6 - ¿Cómo hacer para no dejarnos atrapar por la sociedad del
espectáculo? (2010)
Primero, un trago de honestidad. Este texto en este blog es
parte de la sociedad del espectáculo. Esto no es la revolución cultural, esto
tampoco es más entretenimiento, pero tampoco está tan lejos de serlo. Mientras
yo lo escribo y vos lo lees, vemos como el mundo sigue como sigue. Pero empezar
pensando donde es que estamos ubicados en este colosal circo mundial no es una
mala manera de usar nuestro tiempo.
Movete con cuidado pues estos no son los buenos tiempos. Quizás
nunca lo fueron pero recién hoy es hoy. Estos son los tiempos de la
“iconocracia” y de la “estimulocracia”. El gobierno de las imágenes y el
gobierno de los estímulos. Me doy cuenta cada vez que hablo con alguien: con mi
boca haciendo ruido no alcanza. Me doy cuenta cada vez que me hablan: estoy
buscando la tecla que me abra una nueva ventana de su charla. Esta permanente
transacción de imágenes y estímulos a las que consciente y obedientemente nos
sometemos nos está dejando más espectadores que nunca. Somos pensados por
otros, y nos pensamos a nosotros mismos, como consumidores; ya no más como
ciudadanos, tampoco como seres humanos. Y como consumidores pasamos, por las
lógicas de la sociedad del espectáculo, a producir más imágenes y más estímulos
para que nuestros congéneres no se olviden de que somos.
No escribo todo esto por mala leche y tampoco quiero patear
la pelota para afuera de la cancha. Si yo también consumo y produzco imágenes,
yo también escribo esto buscando lograr el picante que te estimule a pensar en
mí (¡Mirá como lo escribió! ¡Qué sagaz!) Hay trampas por todas partes y nuestra
parte es descubrirlas. ¿Y cómo evitarlas?
A veces no puedo evitar sentir cierta molestia cuando
alguien empieza a bostezar mientras le hablo. Es cierto que no soy uno de esos
tipos con excitantes episodios para contar y además soy un tanto monotemático.
Es cierto que estos dos atributos también los tienen los bostezantes con los
que he gastado mis tiempos. Sin embargo, estas gentes me dieron una idea: el
aburrimiento.
Hay algo en el aburrimiento que nos puede llevar a la
desintoxicación. En vez de buscar “belleza”, buscar “fealdad”. En vez de buscar
“superacción”, ver la calle toda quieta. Bailar sin moverse o moviéndose de
maneras “equivocadas”. Escuchar música que tenga “labor de silencio”. Apagar
las luces. Apagar esta máquina en la que me estás leyendo. Dejar que los
nervios se cansen de que no haya nada que los haga cansar.
Porque el agua es dulce cuando tengo la boca llena de sed.
Porque todo mi cuerpo siente la conmoción de una mujer que quiere hacer el amor
conmigo cuando llevo días sin masturbarme. Porque el aire es una magia cuando
se me destapa la nariz resfriada. Por todo esto y por más: aburrimiento.
La sociedad del espectáculo va a seguir atrapándome, de eso
no tengo dudas. Pero esa máquina idiota nunca logra hacerme bostezar. Y el
gusto de mi bostezo tiene algo feroz, tal como el ruido de mi risa. Yo necesito
más de la incomodidad de nunca saber que decir y la incomodidad de estar
diciéndome, ante otros, todo al revés; que la comodidad de esas imágenes
estimulantes que nos intercambiamos (y a las que buscamos parecernos) ¡Ojala te
hayas aburrido leyéndome!
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