El 9 de junio de este año falleció Hugh Hopper, me enteré a través del blog de Simon Reynolds el 7 de julio. Me acordé de su sonrisa en el booklet del cd que traía los dos primeros LPs de Soft Machine y de su forma de tocar el bajo, la disposición de su sonido en esa base exquisita en co-autoría con el genial Robert Wyatt.
En 1972, Hugh Hopper editó el disco llamado 1984. Faltaba un año para que Henry Cow editara su LP “Legend”. Faltaban 3 años para que Pere Ubu editara su antológico single “30 Seconds Over Tokio”. Faltaban 21 años para que Gastr Del Sol editara su disco “Crookt, Crackt, Or Fly”. El hilo conductor que une estas 4 obras es el afán de experimentar con los sonidos con el fin de llegar a una música nueva, que, aun siendo experimental, no deja de tener fuertes conexiones con la música popular.
En 1972, Soft Machine había dejado atrás los aventurados sonidos psicodélicos de sus inicios para convertirse en un grupo de jazz rock bastante convencional, aburriendo a Kevin Ayers, a Wyatt y a Hopper, lo suficiente como para que ellos salgan a buscar aires nuevos en otras latitudes. Cuando “
En 1996, uno podía leer a Pablo Schanton comentar acerca de este disco en la revista Revolver (nº 8). Luego, en 1998, el sello Cuneiform reeditó en cd este disco originalmente editado por CBS. Esa reedición fue reseñada en la revista Wire (nº 174, agosto ´98) por Biba Kopf. Como ya pueden ver, nunca fue fácil oír hablar de este disco y tampoco fue fácil conseguirlo. Leía aquellas Wire importadas gracias a la pelotudez del uno a uno menemista, y conseguí el cd importado original gracias a esa misma “ventaja” económica que luego pagamos carísima. Cuestión aparte: en este 2009, Internet es totalmente diferente a lo que era en aquel 1998.
¿Y la cuestión a pensar? Revisemos los sustantivos propios: Pablo Schanton, Revolver, Wire, Biba Kopf, Simon Reynolds, Cuneiform, Henry Cow, Pere Ubu, Gastr Del Sol….parece un concurso de exquisitez pedante. Ja, Ja, Ja!! No, en serio, la cuestión a pensar sería algo que me llamó la atención cuando leí unos ensayos en inglés de Aldous Huxley y Gilbert Frankau acerca de Highbrows y Lowbrows. El debate entre una y otra postura radicaba en el consumo cultural de cada grupo. Los highbrows, los cuales Huxley defendía, se jactaban de la riqueza de lo que escuchaban, leían o miraban. Los lowbrows, por el contrario, defendían sus gustos populares. Si lo ponemos en ejemplos sería: Beethoven versus jazz. Dostoievsky versus thrillers. El Greco versus “sex appeal of the girls on the covers of magazines”. Cultura alta versus cultura baja. Vanguardia versus popular.
La cuestión, al día de hoy, permanece abierta y sin resolver. En ocasiones la tensión entre ambos grupos asoma, indisimulable. Se supone que la cultura rock vino para romper con esos esquemas cerrados y abrir el juego. Quedan también pensar en cuestiones acerca de la creación de nuevos lenguajes como herramienta política revolucionaria que cuestiona la hegemonía de la cultura oficial. Esos nuevos lenguajes, por su propia naturaleza, nos resultaran extraños, quizás chocantes, debido al acostumbramiento a formas tradicionales. Y el amansamiento al que nos hemos entregado, permitiendo que los medios masivos de comunicación nos condicionen a una definición de la belleza más allá de lo que en realidad buscamos, no ayuda mucho. Cuando nos entregamos a esa manipulación, no solo les permitimos que nos rotulen. También toda manifestación cultural tiene que recortar su riqueza discursiva a este molde para lograr al menos ser tenida en cuenta. Aquí empieza lo indigno: vos no escuchas a Hugh Hopper porque no queres o porque lo conoces y no te gusta su música. Ni siquiera sospechas que algo así exista. Vivimos en una MENTIRA pero cien por cien convencidos de que se trata de una VERDAD.
¡Menos gravedad, Sr. Maco! Bueh, la verdad, la pasaríamos mejor comiendo de todos los árboles. Lástima que el jardinero valló la mitad del jardín. Confinados en ese pequeño espacio, creemos comer la fruta más dulce y miramos de soslayo a los pobres infelices que comen “fruta podrida”. ¡No sé si reír o llorar! Necesitamos: menos masturbación de consumir exquisitez exclusiva. Menos resentimiento consumiendo cultura popular que “será mierda pero a mi me gusta”. Más producción de eventos con nuestro lenguaje. Más solidaridad y debate.
Porque cuando escuchas un disco buscas pasarla bien. Lo disfrutaste. Cantaste y bailaste. Todo bonito. Pero quizás podes escuchar un disco como si fuese una pregunta. Y quizás vos podes componer una probable respuesta.
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