Sí, lo dije hace unos meses atrás. Les había prometido un
post sobre esta serie y esto que estás leyendo soy yo intentando cumplir esa
promesa. Intentando porque llevarlo a cabo, anda a saber. Bienvenidos sean
estos intentos.
Vamos a los números. Yo vi esta serie este año pero fue
originalmente transmitida durante los años 2008 y 2013. Hace más de tres años
que se terminó esta impresionante saga. Les llevó 62 capítulos y 5 temporadas
narrar las historias que querían contarnos. La quinta y última temporada la
emitieron en dos años (2012-2013). Cada capítulo dura unos 45 minutos
aproximadamente aunque a veces se estiraba a casi una hora o un poco más.
Especialmente en los momentos culminantes. El tiempo que se tomaron en la
narración y el tiempo que, como espectadores, tenemos que invertir para verla dejan
sus recompensas.
Es una serie exquisitamente filmada. Cada entrega parece un
mediometraje. Los planos, la iluminación, la insistencia en hacer foco en pequeños
detalles que terminaban tomando enormes dimensiones al terminar de desenrollar
el ovillo de cada historia. El gusto de ellos por ser meticulosos nos vuelve un
poco fetichistas a los televidentes. Un fetichismo que, a veces, uno lleva como
una insignia al hablar de la serie con otros, sean ya conversos o no.
La inteligencia de los guionistas para desarrollar las
narraciones y sus tensiones tan solo puede ser comparada con la monstruosa
inteligencia de su principal personaje: Walter White, un estratega de las más
brillantes estratagemas. Pero su enorme coeficiente intelectual parece no venir
acompañado de escrúpulos o piedad en ocasiones. Por ende, lo vemos evolucionar
hacia un grado de maldad insoportable, difícil de poder digerir. Quizás eso sea
lo más inquietante, el monstruo al que le tememos no parecería estar muy lejos
de nosotros mismos. Todos somos un poco Walter White.
Con todo, su forma de pensar y vivir el mal le pertenece por
derecho propio. Walter inventó su propia forma de ser malvado. Mi empatía por
el personaje llegó hasta el capítulo llamado “Fly”. Después de eso, me resultó
imposible sentirme de su lado de la historia. Luego decidí sentirme más cerca
de Jessie, quien también es un tipo de cuidado.
Una de las cosas que fascinan de Breaking Bad es ver como
los personajes y las historias van evolucionando. Nada ni nadie permanece allí
donde solía estar. Las seguridades de ayer se disuelven como polvo por el aire,
dejando ver que cualquier certeza puede ser, y a veces es, la nada en coche.
Son mutaciones que nos dejan pensando.
Otras de las fascinantes aristas de esta serie vienen en las
actuaciones y en las líneas de los actores. Me dejó la impresión que cada tema
relacionado a la producción, distribución y consumo de estupefacientes ilegales
(y demás temas tratados por la serie) vienen escritos teniendo en cuenta mucho
lo que puede pensarse y decirse al respecto. La serie funciona como un
compendio de las voces que hablaron de estos menesteres antes de ellos.
La foto que ilustra este post muestra a Jessie Pinkman y
Walter White en un descanso de su producción de metanfetamina. Los motivos
primeros que los pusieron a trabajar juntos ya quedaron muy atrás. En ese
momento de la historia ambos esperan amasar fortunas incalculables con la venta
del producto, fortunas más allá de las que necesitan. Allí yace el núcleo
caliente de las historias: la puta guita. La ambición descontrolada, el ansia
insaciable de poder, la decisión de que el fin justifica cualquier medio
termina llevándolos a una violencia que consume, una violencia que deshumaniza,
una violencia que hace más que matar. Una violencia que desintegra lo humano en
alguien, que lo vuelve una máquina inapelable que todo lo ve y todo lo mide con
el único propósito de su propio beneficio. A eso a lo que aspira todo buen
capitalismo. Eso es el horror, que de tan cotidiano, ya se nos ha vuelto
invisible. Quien solo piensa por su bien y no por el bien de sus semejantes,
quien se desapega del dolor de los demás. Quien no ama porque no tiene nada
humano que dar, tan solo da limosnas de millones de papelitos de colores.
El horror, el miedo, el amor, la risa amarga o burlona, la
ternura, el humor corrosivo. Son tantas las cosas que aparecen en estas
historias que me es imposible seguir enumerando. Tan solo me queda recomendarles que vean la serie para luego
quedar tan impresionados como quede yo.
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