1 – Todo empieza (¡cuando no!) con la revista Esculpiendo
Milagros. En el número 13 del otoño de 1997, aquel que tenía el tomatazo a
Tanguito imitando el tomatazo a Travolta de una vieja Expreso Imaginario,
venían varios comentarios acerca del homenaje a los 30 años rock nacional.
Luego de leer las críticas que ellos tenían para escribir, al final de la
publicación, nos proponían unas alternativas. Todos los martes de abril de ese
año, en La Trastienda, EE.MM armó un ciclo de música nueva llamado “Ensayo y Error”
con los siguientes artistas:
Día 8 de abril: Los Gauchos Alemanes y Ángel Destino.
Día 15 de abril: El Hórreo y Burt Reynolds Ensamble.
Día 22 de abril: Capitanes de la Industria y Las Orejas y la
Lengua.
Día 29 de abril: Investigaciones Fasani- Mancini y
Sumergido.
Yo fui los días 15 y 22. El 15 de abril de 1997 fue la
primera y única vez que vi a Reynolds, que en esos tiempos se llamaban de otro
modo, tal como figura más arriba. De hecho, estaba parado en la entrada de la
Trastienda, esperando la hora indicada para entrar al recital, cuando los vi
llegar por la vereda, todos en caravana acompañando a Miguel Tomasín. Lo
acompañaban, lo guiaban, lo trataban con un cariño y una ternura que me dejaron
encantado.
2 – Fui con un grabador y grabe el recital en una cinta que
solo escuche una vez y hoy ya no puedo escuchar porque no tengo el reproductor
necesario. Hubo varias sorpresas: alguien de la banda (¿Alan Courtis?) repartía
volantes promocionando su nueva producción llamada “Bolas Tristes” y un pequeño
objeto de plástico que imitaba a una púa de una bandeja tocadiscos con un
resorte en uno de sus extremos, el cual hacia que la púa gire al hacerlo
rebotar. No sé donde quedo ese raro suvenir, intente encontrarlo pero no pude.
Quería sacarle una foto para ilustrar este post.
3 – Y durante el recital sucedió la más maravillosa
sorpresa: la banda seguía a su líder que resultó ser Miguel. La música que
ellos tocaban era guiada por los ritmos y las voces de Tomasín. Ese free rock,
noise rock, avant rock, experimental rock, como carajo quieran llamarlo, era
timoneado por un hombre con síndrome de Down. Fue impresionante testimoniar
algo así. Yo me preguntaba qué era lo que estaba pasando hasta que deje de
preguntármelo para solo permanecerme ahí. Los Reynolds tocan una música más
allá de las coordenadas habituales con las que nos manejamos al escuchar
música. Voy a escribir más de esto más abajo.
4 – Luego recuerdo aquella nota del Suplemento Sí de Clarín
escrita por Pablo Schanton que apareció en el 2001, si no me equivoco. Y
también más o menos por la misma época, una nota acerca de esta banda que
apareció en el último número de EE.MM, aquel con forma de diario. Y luego,
silencio.
5 – Para llegar al 2004. Mi primer BAFICI, del cual no hay
registro escrito de que fui porque Significados Invisibles aun no existía. En
esa sexta edición pasaron el documental Buscando a Reynolds de ese mismo año.
Fue en los días jueves 15 de abril a las doce menos cuarto de la noche
(imposible para mi verlo, siendo que trabajaba temprano aquí en Moreno al otro
día) y sábado 17 de abril a la una menos cuarto de la noche. A esta última
función sí podría haber ido pero elegí ir a ver a Donna Regina en cambio.
Curiosamente, entre el público, estaba Schanton. Y este periodista también aparece
en el documental sobre Reynolds hablando acerca del grupo y las lecturas y
conexiones que él encontraba acerca de ellos. Doce años después sí pude ver el
documental, gracias a que alguien lo subió a You Tube, con subtítulos en inglés
y yo me lo baje.
5 – El documental está buenísimo. Yo me había quedado con la
espina de no poder verlo en su momento y ahora me pude dar el gusto. Durante
unos 75 minutos, Néstor Frenkel crea un retrato tierno, perturbador,
apasionante, divertido, incómodo acerca de Tomasín y compañía. Este enorme
registro se merece 5 Macos. Aunque no pueda equiparse con las experiencias que
viví viéndolos en aquel recital, igualmente deja constancia de espíritus y
creaciones inigualables. Reynolds fue una banda que hubiese hecho ruido con cualquier
época como telón de fondo. Pero en los noventas, su ruido era como un exorcismo
ante los menos prometedores tiempos del neoliberalismo. Y es como que hoy mismo
necesitamos a unos nuevos Reynolds, ¿no?
6 – Los Reynolds y sus músicas me pusieron a pensar. Me tomo
el riesgo de ponerme un tanto filosófico en esto que pensé y puede que lo
describa bastante mal. Ténganme paciencia. Los humanos nos acercamos a las
músicas buscando satisfacer, básicamente, dos necesidades: una letra que hable
de lo que nuestra cabeza piensa y un ritmo que ponga a nuestro cuerpo en
movimiento o en reposo. Y con la lírica y con su cadencia, las músicas traen
algo que quizás no hemos buscado a primera instancia. Pero luego si lo iremos a
buscar. Trae la organización absolutamente desorganizada de los sonidos.
Sabemos que el silencio no existe, solo existen formas de escuchar y de oír.
Uno decide que es silencio, el silencio está lleno de uno. El ruido es ruido en
comparación con otra fuente sonora. La certeza está en lo que suena, en lo que
vibra, eso puede medirse. Lo que no puede medirse es como sonar, como escuchar,
como oír. Miguel Tomasín nació en esos universos ingobernables y desde allí se
dirigió a la palabra y al beat. Él lo hace al revés de cómo lo hacemos los
demás.
7 – Ese extra que trae la música yo no lo he encontrado en
ninguna otra parte, en ningún otro arte, en ninguna otra esfera cultural. La
fascinación, el encantamiento que ese extra me produce es imposible de traducir
en palabras. Quizás se llega al momento en que las palabras sobran.
8 – Cuando yo era niño se denominaba “mogólicos” o
“mogólicas” a las personas que tenían síndrome de Down. Estos adjetivos se
usaban como insultos. Un asunto bastante feo eso de usar la experiencia
específica de alguien como una generalidad insultante. En ese aspecto creo que
hemos avanzado. Hace rato que se usa la denominación “mujer/hombre con síndrome
de Down”. Pero aun desde ese respeto, casi todos nosotros ponemos distancia
entre nosotros y la gente con síndrome de Down. No sabemos cómo tratarlos, no
sabemos qué hacer, que decir. En eso reside algo de lo valioso de Reynolds, el
espacio de encuentro siempre puede construirse, solo falta estar decidido a
hacerlo, lo demás viene después.
9 – No estoy de acuerdo con eso de creer que ellos son
mejores que nosotros por tener síndrome de Down. Pero sí me parece valiosa esa
idea que parece dar vueltas en alguien como Miguel. Esa idea de no dejarse
apresar por pautas, eso de dejar que lo que queremos expresar sea lo que nos
conduce. Lleva un montón de trabajo andar así de libre. A eso podría aspirar la
música, a la organización desorganizada. A algo que se le encuentra la regla,
para que luego vuelva a desarreglarse otra vez.
10 – Una hermosura todo lo que este documental me dejó en la
cabeza. Búsquenlo y véanlo. Me lo van a agradecer. Nota: en el blog de Mal
Elemento también subieron comentarios sobre este documental en aquel abril de
2004, con motivo del BAFICI. Búsquenlo también.