Revisando en las cajas y cajitas en donde guardo las cuadernos con las cosas que se me van ocurriendo encontre unos relatos que tenía olvidados y me pareció que ya era hora de publicarlos en alguna parte. Acá paso a postear uno de ellos. Ojala les guste.
Una vez alguien le pregunto al padre de Damacio sobre este y él contestó, sin querer: “Él es quien abre las cortinas de la cocina por las mañanas llenando la casa de luz”. El padre de Damacio sentía esa poderosa luz temprana de las pampas como otra caricia, como otro abrigo casi imprescindible. Poco después se levantaba a leer el diario lleno de noticias insipidas tomando mates dulces. Con sus manos gruesas, enormes, construyó casas donde la gente vive la propia construcción de su templanza. Pero no siempre, a veces se pierden en su pereza, se desvanecen en su demora. Pero el padre de Damacio poco sabe de esto y finge no saber de nada en especial. Su memoria vaga en el pasado, ese olor a madera nueva de los juguetes de la siesta. Un niño hermoso maltratado por un monstruo. Un cabecita negra noble acariciando las piernas de niñas que trabajaban de cabaruteras. Un pobre tipo intoxicado por la brutalidad de las obras en construcción, ese agrio humo, vino con gusto feo y sudor. Un celebre chaqueño quietecito en el rinconcito que le dieron, sin molestar a los demás, que no se molestó en hacerse de palabras brillantes y el conmovedor brillo de sus ojos se embarró de torpezas, pero, oh, si el viento de su llanto te atrapa, sabrás lo que sienten los genios navegando en nubes delicadas de amor. La fuerza del que hizo todo sin avisarle a nadie. Todos esos dolores inconfesos, los sueños llenos de chamames tristes, la mirada constante de un hombre que hubiera querido ser libre como vos, como yo, pero no escribió poemas o canciones o películas al respecto. Un señor simple que Damacio no entendió ni entiende pero cuando Damacio revisa las líneas calientes, cándidas, de sus reflexiones, él, al fin, puede ver a su padre tan claro y oscuro como su propio ser. Grandes debilidades, pequeñas hazañas. Tanto por contar y ni una forma de decirlo. Si deseas ser sincero tenes que gritar con la boca llena de silencio. Y eso, solo el padre de Damacio sabe hacerlo.
Proximamente más relatos de ayer mientras veo que se me ocurre hoy, mientras espero el inicio de las clases en el Profesorado. Saludos!!
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