1 – Este libro fue publicado por Grijalbo,
editorial que pertenece a Penguin Random House Grupo Editorial, tal cual la
editorial Debate, la misma que editó el libro de Fischerman que comenté unos
días atrás. El libro de hoy fue escrito por Ernesto Gontrán Castrillón y Sergio Coscia. Aunque el
arte de tapa del libro es un tanto trillado también es muy efectivo, no podemos
dejar de prestarle atención a un libro con semejante aspecto. Yo lo estuve
hojeando en una librería el año pasado, justo en un momento de escasos dineros
y deje el asunto a un costado. A pesar de la malaria de este año lamentable,
igualmente me pude comprar un ejemplar.
2 – El libro está piola, sí. Que hayan
decidido ordenar cronológicamente los discos es algo que agradezco, el orden
alfabético no dice nada (será práctico para encontrar rápido al artista del que
buscas leer pero nada más) y el jerárquico termina cansando un poco (en el
número uno siempre van a ubicar a The Beatles, o alguna banda o solista clásico
del rock similar, y cerca del puesto 500 a alguna banda o solista de nuestros
tiempos, ni siquiera voy a discutir si tendrían razón o no, es que no importa
si está en el puesto 5 o en el puesto 3200 de los mejores 5000 discos de todos
los tiempos, vos contame del disco, yo después veo que me parece). Y algo de razón tienen Coscia y Castrillón,
varios de estos discos han quedado un tanto olvidados pero ¿seguro que NADIE me
los recomendó? No estoy tan de acuerdo con esa afirmación. Sería mejor haber
titulado al libro “Los 138 discos que te han recomendado poco” o “Los 138
discos que nadie te recomendó como lo hacemos nosotros”. Ahí tendrían más
razón.
3 – Números. Son 138 discos, 69 discos para
cada autor. Ok. Pero esa equidad en las cantidades de reseñas se muestra
desbalanceada cuando empezamos a chequear décadas. Las nueve notas sobre los
discos del 2005 al 2015 solo son de Coscia. De los 43 discos de los ‘50s y
‘60s, 41 los comenta Castrillón y solo dos Coscia. Los ochentas también son de
Coscia (11 notas de él versus una sola de Castrillón). Los noventas también (12
de Coscia y una de Castrillón). Solo en los ‘70s aparece algún tipo de trato
“cincuenta-cincuenta” (35 discos comentados por Coscia y 26 por Castrillón).
Castrillón se reservó para si sus opiniones sobre gran parte de los ochentas,
noventas y los últimos 17 años hasta 2017. Coscia nos dijo más bien poco acerca
de los cincuentas y sesentas (y de los 50’s hay 4 discos comentados, en varias
fuentes que he consultado, esa década sigue misteriosa).
4 – Hay otro desbalance. Hay 128 discos de
grupos y solistas extranjeros y 10 de grupos y solistas nacionales o similares
(Uruguay, Chile). Ah, los 80’s, ‘90s y los 2000 suman 34 discos, mucho menos
que los 61 solo de los 70’s. (Nota al margen: ¿fue decidido por los autores
todos esos años sin discos, o con pocos discos, para destacar o hubo recortes por parte de los editores?)
5 – Más números esta vez relacionados con
etiquetas. Cito: “Hemos querido encuadrar algunos de estos “incunables”
discográficos elegidos tan arbitrariamente por nosotros en varias categorías
para mayor referencia de nuestros electores”. Trazaron 14 categorías: Clásicos ignorados (35 Notas); Discos malditos (10
Notas); Los inconseguibles (8 Notas); Los inclasificables (17 Notas); ¿El peor
de todos? (4 Notas); Detestados por la crítica (8 Notas); Lo mejor de lo mejor
(18 Notas); Placer culposo (5 Notas); El tiempo les dio la razón (6 Notas); Los
inolvidables (3 Notas); El triunfo de los humildes (3 Notas); Joyas secretas (9
Notas); Encuentros providenciales (8 Notas) y Los imprescindibles (4 Notas).
Como podrán deducir de ciertas etiquetas, hay pica con la crítica musical.
Mucha pica. Y eso que uno de ellos escribió crítica musical en el diario La
Nación a fines de los setentas (¿quizás por eso?) Lo que parecen no notar los
autores es que tanta bronca hacia los que escribieron ayer hace que esa crítica
más que ser descartada sea revalorizada por el trabajo de ellos. Ellos no están
buscando librarnos de todo canon, están escribiendo laboriosamente para
construir uno nuevo, uno donde Prefab Sprout pesa mucho más que The Rolling
Stones. ¿Y qué tiene de malo algo así? Que, siempre y cuando defendamos un
canon, vamos a cuidar ese lugar llamado “Detestados por la crítica” pero ya no
va a ser ocupado por “Ram” de Paul McCartney sino por algún otro disco. Si
defendemos un canon en particular por sobre otros, vamos a terminar etiquetando
“discos malditos”, sin canon no nos veríamos obligados a maldecir nada en
especial. Pero si vamos a defender al canon, al menos hagámoslo en el nombre
del Padre, ese que solo bendice discos con buen gusto.
6 – En
esta última ironía llegue a lo que más me molestó de esta obra. Hay un
latiguillo, un lugar común, una expresión que se iba repitiendo de reseña en
reseña y de autor en autor. “Buen gusto”. Esta expresión aparece 4 VECES en la
reseña que Castrillón escribió para el disco de Yves Duteil en las páginas 213
y 214. Estoy casi seguro de que ese disco me va a gustar una vez que lo
escuche, me llegó lo mucho que le gustó esa obra pero ¿Qué carajos significa
“buen gusto”? Me hace acordar a cuando yo hablaba de eso de la “buena música”
en el post “Invisible Significado”. Esa expresión me suena a vicio burgués, ese
mismo vicio burgués que ellos dicen estar combatiendo. Y remarca lo subjetivo
del análisis que ellos tienen, una subjetividad que este blog también tiene en
abundancia pero con una diferencia. No creo haberme puesto canónico en mis
observaciones. De hecho, si quisiera ponerme canónico ni podría, a los
defensores de cánones les disgusta algo como “Videoclip” de Miguel Conejito
Alejandro y yo amo esa canción. Esta clase de comida chatarra es aborrecida por
los comedores de manjares caros, exclusivos.
Concluyendo,
si dejas a los lectores abandonados a la pura subjetividad, te va a pasar como
cuando les contas que te enamoraste: te felicitan, te desean lo mejor para tu
vida con esa persona pero nadie ve lo que vos ves. Todo gusto es subjetivo,
seguro, pero las obras tienen marcos de producción y consumo bien objetivos.
Hay coyunturas históricas que favorecen ciertas expresiones y no otras. Cosas
que no deberían quedar afuera viniendo de alguien que habla de un disco y lo
dice dentro de un libro que me salió seiscientos pesos. Un dato bien objetivo.
7 – Por
supuesto, más allá de mis desacuerdos marcados con esta obra, a mí me gustó
bastante el libro. De hecho, en varias ocasiones, de algún modo, coincido en
gustos con ellos, en especial con Coscia. Siento que estoy más ubicado en el
“lado Coscia” de la vida.
Pero
cuando le permitís a alguien que en el prólogo de tu libro empiece a dilapidar
tiempos y energías quejándose (sin siquiera asumir el atreverse a dar nombres,
así con tonito ceñudo y mala onda pero escondiendo las manos) sobre Los Twists
y Los Auténticos Decadentes (página 11), entonces me estás diciendo que siempre
vas a defender a la culpa, siempre vas a cuidar la vergüenza de que te guste lo
que te gusta, esos “placeres culposos”.
Pero yo sé
que el amor le va a ganar al miedo, sí, y cuando eso pase, ya no va a ser
necesario esconder nada ni mirar mal a quien disfruta de otras músicas que no
sean esas músicas nuestras. Te gusta lo que te gusta porque vivís donde vivís y
vivís como vivís.
8 – Dos
cosillas antes de irme: Mal para Castrillón en la página 38 cuando nos
recomienda que nos acerquemos a Los Zafiros sin miedo, que no son comunistas
esos cubanos de principios de los sesentas, asumiendo que no queremos saber
nada con las músicas hechas por comunistas. Yo lo tome como si dijese:
“escuchen esto tranquilos, que no es el zurdo de mierda de Silvio Rodríguez”. ¿Habré
leído mal una vez más? Bien para Coscia en las páginas 191, 192 y 193 (aun sin
compartir que hay que menospreciar al “rock de la calle” o al “rock
progresivo”) que me explicó el glam de tal manera que quede mucho más
estimulado a querer saber más que después de leer casi 700 páginas del libro de
Reynolds sobre el tema. ¿Habré leído mal una vez más? Quien sabe…
9 – Al
terminar de leer este post, justo me acorde de que Mariana Enríquez dice que se
pasó la vida entera respondiendo a la pregunta ¿Por qué no te gustan los
Beatles? Tal vez no sea tanto responsabilidad de las músicas de ellos como de
los insufribles “beatlemaníacos” y sus canónicas formas de acompañar su gusto.
Pero ¿Qué culpa tienen los Beatles de los pobres tontos que los idolatran? Por
eso, conseguí este libro (o que te lo presten) y busca esos discos, viví tus
experiencias y conclusiones. Que lo demás no importa nada.