En el libro “La filosofía – Una invitación a pensar” (2002) Jaime Barylko hace una reflexión en las páginas 200-202 bajo el título “Ser de izquierda”. El pensador argentino recurre a Claude Lanzmann como base de sus posteriores desarrollos. “La izquierda (…) se define (…) por su voluntad de abolir la explotación del hombre por el hombre” dice Lanzmann (1958). Luego Barylko sigue: “(…) el verdadero hombre de izquierda tiene dos columnas en su ideario. Una es la de aquello que debe ser destruido. La otra es un signo de interrogación” (el porvenir, término previamente presentado en ese texto). “Ser de izquierda es ser in-satisfecho y considerar que este mundo no es bueno y podría ser mejor para todos. Y seguir pensando, con Marx o contra Marx. El pensamiento crítico que observa a la sociedad y sus doble verdades – las de la realidad y las del discurso – y las denuncia es, en su esencia, de izquierda. Es, en su esencia, revolucionario” concluye el filósofo. Barylko no olvida señalar también que dentro de la filosofía de izquierda no cabe la idea de un “humanismo” o sea la imagen idealista de lo que el hombre debería ser. El hombre será mañana lo que resulte de su labor de hoy.
Yo leí este libro con estas reflexiones en el 2007 gracias al profesor Raúl Pelegrini de Filosofía en el Profesorado de inglés del Rojas. Tener en el presente el placer y privilegio de leer la revista Crisis me llevó de inmediato a aquellas apreciaciones que me resultaron muy valiosas ayer y me resultan igualmente valiosas hoy. Porque exactamente eso es lo que brilla con tanta intensidad en las páginas de la revista Crisis. La reflexión crítica. Las ganas de pensar la realidad con un prisma distinto, se me ocurre anti-dogmático. Más deseosos de encontrar nuevas respuestas que a aferrarse a viejas certezas, los periodistas que escriben en los dos números que ya lleva la revista Crisis indagan y cuestionan en diferentes formatos (entrevistas, notas de opinión, informes) las formas que tuvieron y tienen los movimientos izquierdistas en Argentina en particular y en Latinoamérica en general. A su vez también analizan las políticas de distribución de las riquezas y circulación de la información en los ámbitos antes citados y en el mundo, esta especie de aldea globalizada posmoderna que insiste en repetir y perpetuar contradicciones que el capitalismo trae desde su génesis.
La revista Crisis abre en cada nota un montón de interrogantes para seguir pensando y yo siempre me voy a sentir agradecido y estimulado por cualquier manifestación cultural en cualquier formato que proponga y aliente el pensamiento. Por otra parte, también es un placer leer esta nueva etapa de Crisis por ese sentido del humor que impregna sus páginas. Como me pasó cuando termine de leer el libro “Anticapitalismo para principiantes” de Ezequiel Adamovsky e Ilustradores Unidos, a uno le queda en la cabeza la alegría de pensar en política. Un optimismo despierto, alerta pero juguetón, muy lejos de la rabia, amargura y resentimiento que me imponía el compromiso político intransigente y la militancia en mis años adolescentes, cuando, pasado de rosca en busca de la revolución en mi cabeza, y al sentirme solo y aislado en esa búsqueda, castigaba a los demás juzgándolos de imbéciles por no seguirme la corriente en vez de sanear mi perspectiva con refrescantes baldazos de realidad. Primero ver que pasa en verdad y luego pensar para después llevarle a los demás ideas que se correspondan con lo que se necesita.
La gente de Crisis le toca el culo a la vida indigna para que cambie y se deje, para que todos la podamos fifar. Para que nazca una nueva belleza vital en la organización social, una nueva forma de convivencia que el mundo jamás vivió, para que lo viva hoy. Yo siento que Crisis me dice al oído que mejor deje de gastar mi tiempo comiendo hambre y que mejor me ponga a trabajar por utopías.
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