Wednesday, August 11, 2010
La chica con el rock en el pelo
La chica con el rock en el pelo se subió al colectivo mascando chicle con descuido y también con disimulo. Tiene una cara de chica tonta fascinante. Labios de rojo fino y zapatillas de barro. Tiene un celular lleno de cumbias en el bolsillo e ignora a Joanna Newsom y sus galaxias de belleza. Ignora que Joanna Newsom es como una Joni Mitchell para mi generación. Yo soy un lobo viejo y hambriento babeando por una adolescente sin edad, ¡vos lo cantaste, Federico! La chica tiene unos jeans de piel y mira con indiferencia los cuadros cubistas de un Oeste de crepúsculo que se configura en las ventanillas del 31. Yo pienso que Sun Ra es el manisero cubista que le enseña a mis neuronas voladoras algunas tóxicas muestras de soledad. Mis manos de fiebre roñosa sueñan con descansar en el rock de su pelo y ella enrula las puntas de su rock como lo hacen los Ángeles. Ella lleva una campera de jean y se maquilló de serenidad. Ella gira la cabeza como una modelo presumida mientras pide todo fiado en un kiosco de barrio. Ella ríe y sus ojos le lloran de alegría incontenible. Ella viene hablando de chicos en voz alta con una amiga. Ella ensaya su obra de teatro enfrente de un espejo y siempre le sale bien su parlamento. Yo podría ser feliz con el rock de su sonrisa. Con la mirada furtiva de sus ojos arcanos de magia rocanrolera. Gozar con la frescura del rock progresivo de su piel desnuda de ataduras. O las mezclas del fluir que me estremecen. Las llaves, sombras que disfrazan susurros subliminales en el silencio de la paz. Ella baja antes que yo, colgándose del hombro de su amiga y comentándole al oído alguna cosa. Y gira y baila y se desmaya en un remolino de sonidos multicolores que se salen de mi imaginación, cuelgan de mi cabeza y de mis orejas como si fuesen largos pedazos de tela azul mojada. Yo hablo con ella, estamos frente a frente, mi rock y el rock de ella. Estamos en mi sueño. Y tengo que despertarme para buscarla en las calles de esta ciudad siempre hermosa como todo ese rock lloroso en el pelo de ella. Como esos ojos de lágrimas felices. Como el espejo y su paso. El fuego del rock que traemos todos, ese que hizo que el barro sea carne. Ese que hace que el sueño se vuelva abrazo.
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