Saturday, September 12, 2009

El cruce Once (film) y la muerte de John Martyn.

Me hablaste

El 29 de enero de este año falleció John Martin. La noticia no me llegó como un balde de agua fría pero un poco me entristeció. En la vorágine de música que escucho a veces sin pensar, hice un descanso y revise lo que tengo del folk singer. En julio fui a la casa de Matías con los dos discos de rigor que figuran en montones de listas de lo “lo mejor de lo mejor”: “Solid Air” y “One World”. No sé porque no tuve en cuenta “The Church with One Bell”. A él le gustó, sorprendentemente. Yo quería descifrar, sin leer específicamente la nota, porque Simon Reynolds se entristeció tanto al enterarse. Y me pareció que el asunto pasaba por ver a un cantautor latir y en eso me conseguí, en Vcd trucho, la película Once.

Me miraste

Once fue exhibida en el BAFICI 2008. Me la perdí, una entre tantas. Desde aquel abril del 2008 post fallecimiento de mi viejo a este julio del 2009 de la hibernación pasaron cosas, hojas del tiempo que iluminan. La peli Once tiene al menos tres instantes que me hicieron llorar a cantaros (llore por todo lo que no llore la muerte de Martyn). Son las 2 partes en las que suena “Falling Slowly” y cuando Glen Hansard canta “Lies” con un compilado de todos los videitos de su ex novia, a manera de telón de fondo visual para la canción. En todos los falsetes de la voz de Hansard vibra trémula la emoción, esa misma emoción que Martyn gustaba ronronear. Esos modos de sonar marcan la diferencia. Una parece recorrer el filo del dolor íntimo en los agudos mientras los graves de Martyn se me antojan cavilantes, aun tan tensos como la tensión de Hansard. Como Richard Thompson con Linda, Glen Hansard con Marieta y John Martyn con Beverly. Folk de voces amantes reanimando fuego y representando fugas, coloreando desolación o inventariando desdichas o alegrías.

Me escuchaste

Luca Prodan aterrizó en Córdoba corriendo de la onda muerte de aquel Londres. Acá, mientras se recuperaba, cantaba canciones secretas, algunas luego interpretadas por Sumo. Entre los secretos se encontraba “Solid Air”, aquel sentido homenaje de John Martyn para Nick Drake. Este último falleció en 1974. Hoy deben andar vagando los tres por un hermoso cielo rosado bebiendo el ajenjo del romanticismo bohemio. En 1981 casi nadie sabía de Martyn por aquí, en el 2009 la cosa sigue casi igual. Pero dejemos el amargo costumbrismo en manos de otros. Luca no le aflojó nunca. Con la preciosa compañía de los Sumo, Luca Prodan pudo dejar registrado en disco (Alter Chabon, 1987) su homenaje al cantautor inglés. A decir verdad jugó a ser John, le salió bastante bien. La canción se llama “No te pongas azul”. Cuando escuchamos estos tonos somos la niña bonita a la cual los cantores regalan canciones. Por despecho, por celebración, por pasión, por furia, por amor, por h o por b, cada uno a su modo, dejaron esa música que es oro de magia. Lo hicieron por la arena de la mirada. Lo hicieron por la voz del barro.

Me dejaste

“Solo una vez estuve a tu lado, solo una vez, ya no más”.

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