El director japonés Hayao Miyazaki viene filmando desde 1963 más de 10 películas pero yo conozco solo 2 (ambas son animaciones): El viaje de Chihiro y El increible castillo vagabundo. La primera la ví el año pasado y la segunda este mismo año. Ambas me emocionaron mucho y tienen varias cosas en común, aun siendo tan diferentes. Empiezo por la banda de sonido, en ambas la música me resulta melancólica y dulce, muy apropiada para resaltar la hermosura de estos largometrajes. En ambas las protagonistas son mujeres, una niña y una señorita. Aun siendo sensibles y vulnerables, son indoblegables, incansables damitas que nunca se detienen a quejarse de la injusticia que sufren y buscan solucionar sus asuntos. Se cruzan con innumerables eventos o personajes sobrenaturales pero los incorporan de inmediato a su normalidad (o bien son ellas las que asumen un caracter ¨sobrenatural¨ y logran salir victoriosas en cada caso). Son tantas las cuestiones que se tratan en ambos casos que solo atino a señalar lo que ahora viene a mi memoria. Chihiro solo llora abiertamente cuando junta las fuerzas para hacerlo al alimentarse. Sophie en El increible castillo vagabundo recupera y devuelve el corazón del mago, quien luego siente el peso en el pecho de cargar la sensibilidad. En ambos films sucede algo mágico, al iniciarse la historia ambas sufren desgracias y malos conjuros realizados por personajes que, gracias a esto, se podrían catalogar de ¨malos¨. Pero con el correr de la narración los protagonistas van sumando como aliados o amigos a todos los personajes, señalandonos que, en estas historias, no hay ¨maldad¨en estado puro o brutal, sino más bien, personajes que cometen errores o toman malas decisiones consigo mismos. La justicia no llega de la mano de un castigo a los criminales sino en la lucha de personas simples cambiando el curso de la historia en pos del bien de todos. Estas nenas tocan piedra libre para todos los compañeros y todos los personajes pueden continuar con sus vidas, sin las ataduras que los ceñían en el pasado. Cada uno de ellos quiere algo y tiene algo para dar, en estas idas y vueltas van ganando las historias, también llenas de humor y ternura. Pareciera que el motor de todas estas aventuras es el amor y buscandolo y dandolo, cada quien deja a un costado el dolor, la codicia, el miedo, la angustia y demás pestes y se largan a viajar por los paisajes siempre extraños, siempre hermosos, en el presente o en el pasado.
En fin, con sus dibujos animados, Miyazaki no solo nos entretiene, también nos impulsa a pensar la realidad con otras aspiraciones en mente, dibujandonos garabatos lindos en la cara con sonrisas y lágrimas.
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