Hace poco terminé de leer la novela El Primer Hombre de Albert Camus. Es el segundo libro que leo de este escritor y filósofo francés, el anterior fue El Extranjero. Leí ambos libros en verano, que viene a ser la estación del año indicada para leer ambas obras. Porque en las dos historias hace tanto calor que a uno le termina pareciendo más soportable el tórrido clima circundante. Ese calor de asfixia no es un dato menor en la obra de Camus puesto que el clima no solo funciona como marco sino también como impulsor de conductas y actitudes. Bajo ese sol ardiente Albert vive el júbilo y las penurias de una vida de pobreza en una colonia francesa, siendo inclusive allí mismo un marginal, un poblador de los suburbios que tenía que tomar un transporte para llegar al centro.
Leer a Camus es pasar a vivir lo que él escribe. Su forma de escribir es poderosa, única. Los sentidos se ven asaltados por sus exuberantes detalles, uno se puede sentir allí. Teniendo en cuenta que, desde el vamos, él se ocupa de ponernos en presente con la historia, es fácil concluir que también terminamos comprometidos con su pensar. De hecho, la suma de eventos lleva a un necesario momento de reflexión que buscamos y encontramos en su lectura. Existencialista como era, la historia está aquí para ilustrarnos acerca de un ser humano. Toda la tensión narrativa está al servicio de la puesta en escena del amor, la soledad, el temor, el orgullo y tantas otras cosas experimentadas, en este caso, por un niño. Ese niño era él mismo, escribe sobre sí mismo en tercera persona.
Albert Camus escribe con la cabeza llena de estima, sí. Con la cabeza llena de estima describe a su madre reservada, callada, tímida. Con el alma llena de ternura nos cuenta de una abuela brutal y violenta pero también frágil y vulnerable. Nos relata acerca de su padre a quien no conoció y se descubre a sí mismo con más edad que la que tenía aquel cuando falleció, justo al visitar su tumba. Se pone en la piel de quien describe para revelar lo que nos es común a todos: la condición humana. Él enseña el fervor que lo alienta y nos contagia de ese fervor al leerlo.
Hoy, que son tantas las cosas para mantenernos entretenidos, que tantos son los estímulos que tenemos al alcance de la mano para divertirnos hasta morir, hoy también tenemos preciosos momentos de la cultura como este maravilloso libro. Con la sospecha de que le estoy haciendo un flaco favor a esta obra con esta reseña, también me parece que tal vez alcance con señalar que me emocione un montón leyendo El Primer Hombre. Y pienso que te va a emocionar a vos también.
No comments:
Post a Comment