En realidad lo único que me guía para escribir este post es el deseo, desde el invierno que quiero escribir acerca de estos dos tópicos, pero casi no sé nada de ellos, solo cuento con fragmentos, espinas de poesía en la memoria de mi cabeza. Lo que tienen en común es que ambos pertenecen a la década del ’60, ese período rico en utopías y contradicciones. Una vez más me dedico a uno de mis deportes favoritos: escribir sobre lo que no sé, solo espero que mi vanidosa ignorancia se vuelva motor de vuestras búsquedas.
Tom Rapp era el cantante, guitarrista y letrista de Pearls Before Swine. Cuenta la leyenda que en un concurso de cantautores en los bares bohemios de New York aventajó al mismísimo Bob Dylan. Yo tengo los dos primeros discos de los Pearl, a saber: One Nation Underground y Balaklava. Además tengo un tema en una recopilación psicodélica de 3 cds (Wizard of Is) tema originalmente perteneciente al tercer disco de Pearls Before Swine llamado These Things Too. Y, por último, tengo la versión que hicieron This Mortal Coil de la canción The Jeweller. En cualquier momento me consigo los cinco discos que me faltan, bueno, como mínimo me faltan 5, quizás editó más. Basicamente estamos hablando de un songwriter folk que empapaba sus sentidas canciones en ácida psicodelia en apariencia inducida por el consumo de alucinógenos. Más allá de toda esta pavada de enciclopedia están todos esos amaneceres de los sentidos brillando cenizas. Una melancolía bailarina que dibuja círculos de cariño en la llama de la lágrima. Nubes rojas de atardecer posterior a la lluvia llevadas por ángeles hechos de suspiros. El furor de la carne y su locura. Risa furtiva rica de mareo. La gracia del viento de ella ahora en otra galaxia. No dejo de estar acompañado por la ausencia. Mi sabiduría dolorosa, el clamor de la inquietud en los pies mojados. Tanto sudor del verano morado. La caricia de la luna en el sueño. Fantasmas favoritos. Sombras de amantes, todas ellas vestidas elegantes de hojas. La misteriosa noche y su paz.
Fluxus era un grupo de artistas, un colectivo de locos que parecían situacionistas-dadaístas, poniéndole adornos al abúlico paisaje urbano. Los conocí gracias a una película que vi en el BAFICI del 2004. En ese grupo andaba haciendo travesuras Yoko Ono y por ende el bueno de Lennon también se vio involucrado de vez en cuando. Hay bibliografía acerca de ellos pero yo no la leí. Pero la peli se grabó en mi cabeza. Aquellos gestos: transformaban una cabina telefónica en un florero, marchaban todos unidos por un par de tablas adheridas a las suelas de sus zapatos y tenían que coordinar cuando mover cada pie entre todos. El protagonista del film era un artista plástico que sufría de cáncer de estómago, creo. Cada vez que lo aquejaban los dolores de su enfermedad, decidía alejarse de las reuniones que se daban en su casa y se iba a padecer en soledad. Solo quería compartir con el grupo vida, alegría y placer. Dejaba el dolor para si. Le evitaba al grupo la angustia y la impotencia que se siente al ver a alguien sufrir mientras ellos sabían que no podían hacer nada para aliviarle su padecer. Hasta una boda podía ser una ocasión maravillosa para desarmar arte. Me recordaban a esos míticos happenings del Instituto Di Tella de los que leí pero no vi. Los Fluxus celebraban en el ser humano a un ente creador y revitalizador. Aspiraban a hacerles nacer siglos a los minutos. Creían en las fiestas en las calles entre todos. Suspendían la admiración y producían fenómenos. La fiebre de los acontecimientos era mágica. Fluxus: fluir, no permanecer, ir siendo.
No Final: hoy también hay fiesta, ¡averigüemos donde!
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