El 2005 fue un año extraordinario para mí. Conmovedor, aleccionador, nunca antes tuve la sensación de estar PRESENTE, sin sentir el peso del pasado o los temores por el futuro. Hasta lo que me salió mal me resulta maravilloso. En ese año genial que terminó hace apenas 2 meses se editó un discazo del grupo Clap Your Hands Say Yeah! 12 canciones en casi 40 minutos, un cd con duración a la vieja usanza, como en la época de los vinilos. Con la tecnología del cd muchos grupos usaron la mayor capacidad de información del formato para estirar la duración de las canciones hasta lo insoportable, canciones que solo necesitaban 2 o 3 minutos para concretarse, alcanzaban los 5 o 6 minutos, fatigandonos. No estoy en contra de las canciones de larda duración (Marquee Moon de Television dura más de 10 minutos y es EXCELENTE), estoy en contra del relleno.
Nada de relleno con los Clap Your Hands, este quinteto estadounidense brilla hasta en esos temas cortitos que parecen relleno pero no lo son. Mejor dicho, de serlo, es el relleno que sí me gusta.
Son la clase de música que nos tienta a citar esas influencias donde uno más que celebrar la emoción parece estar haciendo gala de una frondosa erudicción musical. No está en mis planes enseñarte sobre nada, quiero compartir lo que me gusta con ustedes. Un paseo en bicicleta bajo el cielo bienechor de su sonrisa me hace estremecer como a un nenito, mientras pedaleo hasta el ocaso me acuerdo de “Upon this tidal wave of young blood”. El underground de los ‘80s, del que nos enteramos tarde, la psicodelia de los ‘60s, que no vivimos, el rock alternativo de los ‘90s, en el que participamos con una mezcla de fascinación y vergüenza. Todos estos momentos del pop y del rock se juntan y se mezclan en el debut homónimo de los geniecillos. La delicadeza de “Sunshine and clouds” recostado en el parque al aire libre o haraganeando en el dormitorio mirando el cielo a través de la ventana. La sensación de una febril y estrepitosa marcha en “The skin of my yellow country teeth”.
Lecturas que acompañaron este disco: “Punk, la muerte joven” – Juan Carlos Kreimer (’78) y “Los alimentos terrestres” – Andre Gide (’27). También algo de vino tinto, pero muy poco. Y el ardiente recuerdo de Ella, tu ausencia es mi agonía. Y una pregunta : ¿Desobediencia implica desorden?
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