Natanael, ahora arroja mi libro. Emancípate de él. Déjame, déjame, ahora me importunas, me retienes, el amor que he encarecido para ti me ocupa demasiado. Estoy cansado de fingir que educo a alguien. ¿Cuándo he dicho que te quería semejante a mí? Porque difieres de mí es por lo que te amo, no amo en ti sino lo que difiere de mi. ¡Educar! ¿A quién educaría yo sino a mí mismo?
Natanael, ¿te lo diré? y yo me he educado interminablemente. Sigo haciéndolo. Nunca me estimo sino por lo que podría hacer. Natanael, arroja mi libro, no te satisfagas con él. No creas que TU verdad puede ser encontrada por otros, más que de todo, avergüénzate de eso. Si yo buscase tus alimentos no tendrías hambre para comerlos, si yo tye preparase tu lecho no tendrías sueño para dormir en él.
Arroja mi libro, dite a ti mismo que no hay en él sino UNA de las posturas posibles ante la vida. Busca la tuya. Lo que otro habría hecho tan bien como tú, no lo hagas. Lo que otro habría dicho tan bien como tú, no lo digas, lo que otro habría escrito tan bien como tú, no lo escribas. No te apegues más que a lo que sientas que no está sino en ti mismo, y crea de ti, impaciente o pacientemente, ¡ay!, el más irremplazable de los seres (Página 116-117)
No te dejes engañar, Natanael, por el título brutal que he tenido a bien dar a este libro(....) Me he puesto en él sin aderezos, sin pudor, y si a veces hablo en él de países que no he visto, de perfumes que no he olido, de actos que no he realizado - o de ti, Natanael, a quien no he encontrado todavía - no es por hipocresía y tales cosas son más mentirosas que ese nombre, Natanael que me leerás, que yo te doy ignorando el tuyo venidero.
Y cuando me hayas leído, arroja este libro... y sal. Quisiera que te hubiese dado el deseo de salir, de salir de no importa donde, de tu ciudad, de tu familia, de tu habitación, de tu pensamiento. No lleves mi libro contigo. (....)
Que mi libro te enseñe a interesarte por ti más que por él mismo y luego por todo lo demás más que por ti. (Página 13)
ANDRE GIDE - LOS ALIMENTOS TERRESTRES (1897)
Allí arriba algunas de las palabras de un libro que me conmovió muchísimo y que recomiendo calurosamente. Y sirva esto de humilde homenaje a Skoob, el nuevo blog de Norberto Cambiasso, dedicado a los libros. Como creo que ya saben, tiene un blog sobre música y otras cuestiones llamado Esculpiendo Milagros, tal como esa revista que en los ´90s abrió un nuevo panorama en nuestras cabezas. Nada es suficiente para agradecerle pero al menos me queda el consuelo de no olvidarlo.
Saturday, March 25, 2006
Tuesday, March 14, 2006
1976-2006 30 años, algunas observaciones
En 1976, un grupo de asesinos tomó el poder y llevó a cabo un proceso preciso, sistemático, de persecusiones en total ilegalidad. Peor aún, convirtieron la locura en algo legal con el apoyo tácito de la gran mayoría de los ciudadanos que, en su momento, creyeron conveniente y necesario implantar orden en un país agitado por la guerilla pero tardó mucho tiempo en darse cuenta que es nuevo “orden” tenía olor a cadavéres. Pero, por favor, primero voy a situarme en espacio y tiempo. Yo tenía 1 año por aquel entonces, recién llegó la democracia para cuando tenía 9 años, muchos podrían sentirse seguros de desacreditar mi opinión por estos datos, pero con ese endeble argumento todos nos veríamos incapacitados de señalar actos aberrantes del pasado por el simple hecho de que pasaron cuando aun no habíamos nacido. Personalmente, creo que exigirle al prójimo un grado de coraje que yo no tengo es un error. Lo que me indigna es que el hecho de huir a esconderse se denomine con el mote de “oposición” o “resistencia”, aunque también es un facilismo juzgar esta actitud como “colaboracionismo”. Un sensato instinto de supervivencia los llevó a ocultarse en 1976 pero las cosas en el orden político y social ya eran graves desde al menos diez años antes. En el presente, el análisis concreto de la serie de errores graves y gravisimos de este pasado aun no se llevó a cabo en la comunidad. Nos parece que tuvimos mala suerte, que los errores son ajenos. Esta falta de responsabilidad es (fue, será) la genesis de nuestras atrocidades, llegó la hora de no mirar para otro lado en lo que a nuestras cuestiones se trata. El miserable ombliguismo de los poderosos tiñó al total de la sociedad y en el nombre de un supuesto bienestar general se instalaron gobiernos títeres que solo mejoraron el nivel de vida de muy pocos aquí y fueron siervos dóciles, obedientes, altamente eficientes, de los intereses de Estados Unidos.
30.000 desaparecidos, torturados, asesinados. Muchos exiliados. Otros tantos, en la actualidad afortunadamente vivos, pero que en aquellos días sufrieron de torturas, persecuciones, amenazas, vejaciones. La pregunta que uno se hace en el presente es ¿donde estaríamos como nación de contar con esa gente viva y en actividad hoy? Nunca lo sabremos ¿Como serían nuestros gobiernos, nuestra cultura, nuestra sociedad? Muchas conjeturas, ninguna certeza. El núcleo más doloroso de esta pasada oscuridad fue la falta de estado de derecho, la total impunidad con la que se cometieron los asesinatos. En un estado de derecho las personas son inocentes hasta que en un juicio se demuestre lo contrario, los supuestos “subversivos” hubieran merecido contar con un abogado para que los defienda. Un estado de derecho jamas considera la tortura como modo justo y racional de castigo. Aun en la pena de muerte, el estado de derecho garantiza para el condenado el contacto con sus familiares hasta el último momento y, una vez ejecutado, los familiares tienen el cuerpo para poder velarlo y sepultarlo. Exactamente lo opuesto al modus operandi del Proceso.
Con el alma amargada por tanta muerte, tanta mentira, tanta indiferencia, voy a endulzarme (y endulzarlos) con algo de rock de esos años. Un poco de aire fresco después de tanta grave seriedad. Según el libro Rock! de Eduardo de la Puente y Darío Quintana, hubo en 1976, 22 ediciones de discos bajo la denominación rock, de ellos yo escuche 9. De estos los 2 mejores son el de Invisible (El jardín de los presentes) y el de Melimelum. Si el primero es un clásico consagrado en muchas encuestas sobre lo mejor del rock nacional, el segundo es una gema olvidada. El talento de Spinetta junto a Marchi y Pomo es tan rutilante que parece enceguecernos. Hace 3 años se reeditó por primera vez en cd el único disco de Melimelum, un proyecto de Jorge Durietz, un ex Pedro y Pablo (el otro, claro, era Miguel Cantilo). Melimelum estaba compuesto por Durietz en guitarra y voz, Eduardo Figueroa en guitarra y voz, Fernando Gonzalez en flauta traversa, Micky Mitchell en batería y Daniel Russo en bajo, piano, guitarra y hacía los arreglos. Es un disco lleno de suaves melodías de folk-rock. Su aire bucólico y mágico cubre graciosamente las canciones. El único tema que no me gusta es “Para campanita”, dulce e ingenuo pero bobalicón. Los demás son exquisitos. He llorado de emoción al escuchar “En el otoño” y me conmueve sentir lo que pudo signifircarle a un pibe esta canción en el medio de aquella pesadilla. Un tibio solcito de esperanza, el abrazo de una mujer, un poco de amor ante tanto horror. La alegría incontenible de “Terrores primales, Liberiola III”, el verano gentil de “Pinamar de ayer”, el lirismo de “Matinal surgimágico”. Es extraño que un disco tan hermoso, tan espléndido, haya pasado desapercibido en 2 oportunidades, tanto ayer como hoy. Pero, por un rato, podemos dejar descansar nuestro descontento y dejarnos embriagar por la luminosa belleza de Melimelum. Y no olvidarnos que hay que pensar sin por ello dejarnos de ilusionar.
30.000 desaparecidos, torturados, asesinados. Muchos exiliados. Otros tantos, en la actualidad afortunadamente vivos, pero que en aquellos días sufrieron de torturas, persecuciones, amenazas, vejaciones. La pregunta que uno se hace en el presente es ¿donde estaríamos como nación de contar con esa gente viva y en actividad hoy? Nunca lo sabremos ¿Como serían nuestros gobiernos, nuestra cultura, nuestra sociedad? Muchas conjeturas, ninguna certeza. El núcleo más doloroso de esta pasada oscuridad fue la falta de estado de derecho, la total impunidad con la que se cometieron los asesinatos. En un estado de derecho las personas son inocentes hasta que en un juicio se demuestre lo contrario, los supuestos “subversivos” hubieran merecido contar con un abogado para que los defienda. Un estado de derecho jamas considera la tortura como modo justo y racional de castigo. Aun en la pena de muerte, el estado de derecho garantiza para el condenado el contacto con sus familiares hasta el último momento y, una vez ejecutado, los familiares tienen el cuerpo para poder velarlo y sepultarlo. Exactamente lo opuesto al modus operandi del Proceso.
Con el alma amargada por tanta muerte, tanta mentira, tanta indiferencia, voy a endulzarme (y endulzarlos) con algo de rock de esos años. Un poco de aire fresco después de tanta grave seriedad. Según el libro Rock! de Eduardo de la Puente y Darío Quintana, hubo en 1976, 22 ediciones de discos bajo la denominación rock, de ellos yo escuche 9. De estos los 2 mejores son el de Invisible (El jardín de los presentes) y el de Melimelum. Si el primero es un clásico consagrado en muchas encuestas sobre lo mejor del rock nacional, el segundo es una gema olvidada. El talento de Spinetta junto a Marchi y Pomo es tan rutilante que parece enceguecernos. Hace 3 años se reeditó por primera vez en cd el único disco de Melimelum, un proyecto de Jorge Durietz, un ex Pedro y Pablo (el otro, claro, era Miguel Cantilo). Melimelum estaba compuesto por Durietz en guitarra y voz, Eduardo Figueroa en guitarra y voz, Fernando Gonzalez en flauta traversa, Micky Mitchell en batería y Daniel Russo en bajo, piano, guitarra y hacía los arreglos. Es un disco lleno de suaves melodías de folk-rock. Su aire bucólico y mágico cubre graciosamente las canciones. El único tema que no me gusta es “Para campanita”, dulce e ingenuo pero bobalicón. Los demás son exquisitos. He llorado de emoción al escuchar “En el otoño” y me conmueve sentir lo que pudo signifircarle a un pibe esta canción en el medio de aquella pesadilla. Un tibio solcito de esperanza, el abrazo de una mujer, un poco de amor ante tanto horror. La alegría incontenible de “Terrores primales, Liberiola III”, el verano gentil de “Pinamar de ayer”, el lirismo de “Matinal surgimágico”. Es extraño que un disco tan hermoso, tan espléndido, haya pasado desapercibido en 2 oportunidades, tanto ayer como hoy. Pero, por un rato, podemos dejar descansar nuestro descontento y dejarnos embriagar por la luminosa belleza de Melimelum. Y no olvidarnos que hay que pensar sin por ello dejarnos de ilusionar.
Saturday, March 04, 2006
Aplaudí y decí sí
El 2005 fue un año extraordinario para mí. Conmovedor, aleccionador, nunca antes tuve la sensación de estar PRESENTE, sin sentir el peso del pasado o los temores por el futuro. Hasta lo que me salió mal me resulta maravilloso. En ese año genial que terminó hace apenas 2 meses se editó un discazo del grupo Clap Your Hands Say Yeah! 12 canciones en casi 40 minutos, un cd con duración a la vieja usanza, como en la época de los vinilos. Con la tecnología del cd muchos grupos usaron la mayor capacidad de información del formato para estirar la duración de las canciones hasta lo insoportable, canciones que solo necesitaban 2 o 3 minutos para concretarse, alcanzaban los 5 o 6 minutos, fatigandonos. No estoy en contra de las canciones de larda duración (Marquee Moon de Television dura más de 10 minutos y es EXCELENTE), estoy en contra del relleno.
Nada de relleno con los Clap Your Hands, este quinteto estadounidense brilla hasta en esos temas cortitos que parecen relleno pero no lo son. Mejor dicho, de serlo, es el relleno que sí me gusta.
Son la clase de música que nos tienta a citar esas influencias donde uno más que celebrar la emoción parece estar haciendo gala de una frondosa erudicción musical. No está en mis planes enseñarte sobre nada, quiero compartir lo que me gusta con ustedes. Un paseo en bicicleta bajo el cielo bienechor de su sonrisa me hace estremecer como a un nenito, mientras pedaleo hasta el ocaso me acuerdo de “Upon this tidal wave of young blood”. El underground de los ‘80s, del que nos enteramos tarde, la psicodelia de los ‘60s, que no vivimos, el rock alternativo de los ‘90s, en el que participamos con una mezcla de fascinación y vergüenza. Todos estos momentos del pop y del rock se juntan y se mezclan en el debut homónimo de los geniecillos. La delicadeza de “Sunshine and clouds” recostado en el parque al aire libre o haraganeando en el dormitorio mirando el cielo a través de la ventana. La sensación de una febril y estrepitosa marcha en “The skin of my yellow country teeth”.
Lecturas que acompañaron este disco: “Punk, la muerte joven” – Juan Carlos Kreimer (’78) y “Los alimentos terrestres” – Andre Gide (’27). También algo de vino tinto, pero muy poco. Y el ardiente recuerdo de Ella, tu ausencia es mi agonía. Y una pregunta : ¿Desobediencia implica desorden?
Nada de relleno con los Clap Your Hands, este quinteto estadounidense brilla hasta en esos temas cortitos que parecen relleno pero no lo son. Mejor dicho, de serlo, es el relleno que sí me gusta.
Son la clase de música que nos tienta a citar esas influencias donde uno más que celebrar la emoción parece estar haciendo gala de una frondosa erudicción musical. No está en mis planes enseñarte sobre nada, quiero compartir lo que me gusta con ustedes. Un paseo en bicicleta bajo el cielo bienechor de su sonrisa me hace estremecer como a un nenito, mientras pedaleo hasta el ocaso me acuerdo de “Upon this tidal wave of young blood”. El underground de los ‘80s, del que nos enteramos tarde, la psicodelia de los ‘60s, que no vivimos, el rock alternativo de los ‘90s, en el que participamos con una mezcla de fascinación y vergüenza. Todos estos momentos del pop y del rock se juntan y se mezclan en el debut homónimo de los geniecillos. La delicadeza de “Sunshine and clouds” recostado en el parque al aire libre o haraganeando en el dormitorio mirando el cielo a través de la ventana. La sensación de una febril y estrepitosa marcha en “The skin of my yellow country teeth”.
Lecturas que acompañaron este disco: “Punk, la muerte joven” – Juan Carlos Kreimer (’78) y “Los alimentos terrestres” – Andre Gide (’27). También algo de vino tinto, pero muy poco. Y el ardiente recuerdo de Ella, tu ausencia es mi agonía. Y una pregunta : ¿Desobediencia implica desorden?
Subscribe to:
Posts (Atom)