En efecto, el libro “1001 discos que hay que escuchar antes de morir” trae reseñados esa cantidad de ediciones, todas ellas originales, esto es, no son recopilaciones de varios artistas. Sin excepción, todos tienen una columna de reseña, el año de edición y otros datos del disco. Aquí acaban las igualdades, pronto se destacan 4 formas diferentes de presentar un disco, lo cual parece indicar cierta relevancia de unos por encima de otros, algo así como cuatro grados distintos según la información presente en cada entrada. Hay discos que son presentados a 2 páginas: 1 foto de una página del interprete en cuestión (solista o grupo), el arte de tapa y la lista de canciones, tan solo 135 discos reciben este trato privilegiado, no sabemos el criterio que decide que disco lo merece y cual no. Hay discos reseñados en 1 página con el arte de tapa y la lista de canciones, son los más: 430 discos. Por último hay dos clase de discos, ambos reseñados de a dos discos por página y ambos sin lista de canciones pero un subgrupo de 360 discos trae un pequeño arte de tapa y el otro subgrupo de 76 discos no. De estos datos antes mencionados se infiere que: A: Hay 135 fotos de artistas, B: Hay 565 listas de canciones, C: Hay 925 tapas de discos, aunque varias (360) son muy pequeñas.
Aunque se tenga la inclinación a reclamar más listas de canciones o más tapas de discos grandes, el único reclamo que considero necesario hacer notar es el de ciertas omisiones, dicho esto teniendo en cuenta que es un libro que no olvido tener en cuenta a ciertos grupos o solistas (Gene Clark, United States Of America, Go-Betweens, Monks, Haircut 100, Associates, Electric Prunes, etc, etc) casi siempre ignorados por completo. No vale la pena puntualizar ejemplos pero creo que juntando esos “faltantes” quizas podríamos ver publicado otro tomo con 1001 discos más.
Por otra parte es de agradecer el orden cronológico de los discos que ayuda a ubicar el instante primero en que una música se editó y nos deja asombrados en como se relaciona en el contexto, tanto sea acompañandolo como criticandolo. Cierto es que hay más páginas para una década, la de los ‘70s, por sobre otras, otra clave para entender en que está pensando uno cuando habla de omisiones. En los ‘80s y los ‘90s pasaron más cosas, hay discos de la psicodelia, el free-jazz, el rock de la Europa continental, de Nueva Zelanda, de Latinoamerica etc, que bien podrían estar presentes.
Son 90 colaboradores los que aquí se agrupan, de diversas nacionalidades, muchos de ellos escriben para medios anglosajones, varios son de Australia. La editorial en español de este libro es Grijalbo y es del 2005, incluso hay 3 discos reseñados de ese año. Después de dos prólogos viene la lista de colaboradores, cada cual con su curriculum, algunos comentarios acerca de ellos son graciosos.
Aunque el subtítulo “que hay que escuchar antes de morir” nos causa gracia por su ingenio, no nos olvidemos que no solo el consumo cultural nos ocupa y que quedan otras tantas cosas por hacer antes de cumplir con nuestra obligada tarea de fallecer. Y que detrás de tanto tiempo almacenado en discos o archivos de mp3, entre tantas listas de discos y canciones, permanece la conmovedora fuerza de cierta música, que no es necesariamente “la mejor”, “la obligatoria”, “la imprescindible”, sino simplemente la música que nos apropiamos por hacernos emocionar y reflexionar y vivir mejor la vida.
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