1982
Yo tenía siete años y estaba en segundo grado de la escuela primaria. Súbitamente, en aquel abril, nos mandan al kiosco a comprar un mapa de las Islas Malvinas. La primera vez en la vida que escuchaba hablar de un lugar con ese nombre. Por lo tanto, fui al kiosco con el temor de no poder encontrar lo que me pidieron. Resultó pasar lo contrario, éramos una cola de infantes a la vuelta del colegio, formados en fila, billete en mano, comprando el primer mapa de nuestras vidas. Entrabamos a la una, así que el asunto sucedió una menos diez. Luego, nos asignaron la consigna. Dibujar y pintar dos mástiles cruzados de color marrón, formando una equis. De los extremos superiores de sendos mástiles, dibujar y pintar banderas celestes y blancas, con soles amarillos en la franja blanca del medio. La tarea era fácil y encima te felicitaban por hacerlo. Si en 1981, toda mi relación con la maestra fue no entender y no ser entendido, ahora las cosas, al parecer, habían cambiado. Cuarenta años después, ya trabajando como docente, se me ocurre pensar: ya que el gobierno militar nos quería tan nacionalistas, ¿Por qué no nos regalaron aquellos mapas en vez de mandarnos a comprarlos? No solo eran monstruos, también eran unos miserables. Me resulta imposible de entender a quienes hoy aun reivindican a esas mierdas humanas. Hay gente que no aprende.
¿Bienvinas o Malvinas?
Resulta llamativo. En cuarenta años, nosotros, como sociedad argentina, no hemos logrado escuchar, acompañar, ayudar, abrazar, abrigar y demás gestos y actos que esos hombres y mujeres han necesitado, necesitan y necesitaran. Me estoy refiriendo a aquellos que estuvieron en la guerra de Malvinas. Han sido heroicas victimas abandonadas a su azarosa suerte. Ninguneados por los diversos gobiernos que se sucedieron, los diversos grupos sociales también espejaron ese deplorable desdén hacia un prójimo herido en cuerpo y alma. Pero todavía se está a tiempo, algo podríamos hacer de aquí en más. Si no entendí mal, ya se han suicidado la misma cantidad de personas que fallecieron allá en el sur. No esperemos a que no quede nadie, andan por los 60 años, para ciertas manifestaciones ni siquiera haría falta contar con mucho dinero. Estar ahí, junto a ellos y ellas, escuchar Malvinas es escuchar desgarros, soledades, dolores, voces en la cabeza quemada. Y también risas y logros, búsquedas, esperanzas, hallazgos. No debería ser tan difícil ser un ser humano.
El anzuelo Cambiasso
Bueno, uf, ya me desahogué. Ahora voy a lo del libro. Yo estoy feliz de haber leído este gran libro y también me pone contento que casi nadie sigue este blog con afán y esmero. Porque, de ser así, estoy seguro de me dirían: ¡Uy, otra vez vas a escribir sobre Norberto Cambiasso! ¡Pero como me tenes las bolas de escribir sobre Norberto Cambiasso! Jajajaja. Sí, una vez más. Mi texto favorito de este libro lo aportó él. Es el escrito que versa sobre el lado británico del conflicto bélico. Fue el primer artículo que leí del libro. Astutamente, él decidió usar una cita como parte del título de su ensayo: “Dos pelados peleando por un peine”. Tuve que leer el libro entero para enterarme que no me iban a contar de dónde provenía la cita en cuestión, aun habiendo citado al autor de dicha frase. Jorge Luis Borges dijo esto, a modo de respuesta y opinión sobre aquella evitable guerra. Quizás todo conflicto armado es solo algo hecho por “dos pelados peleando por un peine”. Los pueblos mueren y matan, las burguesías locales y los capitales transnacionales manejan todo a cómoda distancia. En fin, lo dejo acá.
Volviendo al texto “El pop británico y la guerra de Malvinas: ‘Dos…’”, me dio alegría leerlo a Norberto volviendo a escribir sobre New Order. Desde aquellos días de la revista Cerdos y Peces (N° 21 – diciembre de 1989, junto a Pablo Schanton) que no sucedía, si la memoria no me falla. Leer acerca de “Shipbuilding”, acerca de Crass. Todo eso sumado al valioso extra de un análisis sociopolítico que aclara varios aspectos de la guerra del extremo sur. Este escrito en especial, y los otros en general, vuelve valioso e importante el hecho de conseguir este libro y leerlo y discutirlo. Le necesitamos más de lo que parece.
Escuchar Malvinas
Sí, es cierto. Compré el libro porque me entere de que figuraba un texto de Cambiasso, lo admito. Pero también sabía que, si Abel Gilbert también estaba involucrado, el libro no me iba a fallar y ciertamente no lo hizo. Tenemos, en esta obra, múltiples visiones y versiones de marcas y decisiones en torno a la guerra en sí y, posteriormente, a todo lo que la guerra nos dejó. A nuestro presidente Alberto Fernández pareció molestarle que le señalasen que la derrota de Malvinas contribuyo al final de la dictadura militar, pero, por mucho que le moleste, esta versión de los hechos no está demasiado lejos de lo verosímil. Y tampoco es desacertado señalar la irresponsabilidad civil de sectores de la población que apoyaron la guerra (y apoyaban la dictadura, algunos también) y que luego, con sus miradas irresponsables, les arrojaban a esos muchachos, al regresar al continente, apreciaciones al estilo: “sí, no fue tu culpa, pero perdieron”. Si de tu prójimo no encontras amor, ni humor, ni ternura, ni fraternidad, va a resultar dolorosamente lógico que elijas pegarte un tiro.
Refrescar visiones
Aunque el libro me gustó mucho, tanto que me pareció que tenía que ponerme a escribir acerca de el mismo, hay varias cosas que no me terminaron de cerrar. Por ejemplo, el texto sobre Puerto Pollensa, que sería mejor que fuese un texto proyectándose al futuro. Para hacerlo, quizás hubiese convenido reunir en una charla abierta al público a Marilina, a Sandra y referentes culturales y musicales de la movida LGTB del siglo XXI para reconfigurar aquellas líneas y llenarlas de ese brío que habita en las mejores canciones de Rosalía, por citar a una de las mujeres que prende fuego el pop de estos días.
Después lo de la cuestión del Festival de la Solidaridad Latinoamericana. Por supuesto, el rock nacional ya era popular y por eso los milicos recurrieron a ciertas figuras para intentar limpiar su imagen. Esas figuras no necesitaban de ese festival para legitimarse, la masividad iba a terminar sucediendo tarde o temprano. Lo que sí me parece que es legítimo reclamarles es que, una vez llegada la democracia, deberían haber hecho una autocrítica con respecto a eso de la prohibición de música en inglés. Tal medida autoritaria volvió autoritaria la radiodifusión de sus creaciones, así como también tiene algo de autoritario que haya radios en la actualidad solo dedicadas a la difusión de rock y pop en inglés. También se les agradecería que dejen el santo y seña de eso de que eran la música de la resistencia y la rebeldía, cuando es claro que no es así. Tampoco quienes se negaron a participar representan la resistencia y la rebeldía. Se equivocan los resentidos con el viejo rock y se equivocan los acomodaticios del nuevo rock. Incluso se puede afirmar que hace más de veinte años que casi todas las músicas populares han dejado de intentar ser voces de la disidencia. Pareciese que todo lo que tenemos hoy son bandas de sonido del confort para adormecernos.
Luca Prodan
Así como no hubiese estado de más reflotar las reflexiones que la revista Esculpiendo Milagros nos dejó, en su número dedicado al rock nacional (aquel del tomatazo a Tanguito), acerca de la cuestión Malvinas, tampoco hubiese estado de más tratar sobre la cuestión de los Sumo en aquellos días de 1982. Luca llegó a Argentina el año anterior, tratando de curarse de su adicción a las drogas pesadas, las cuales casi lo matan. En ese periodo se dio inicio a proto versiones de lo que luego concluyó en la formación estable de Sumo, aquella que llegó al disco oficial “Divididos por la felicidad” de 1985. (Claro, antes estuvo “Corpiños en la madrugada” en 1983, como casete independiente, pero esa es otra historia)
El 22 de febrero de este año murió Rodrigo Espina, el director de “Luca”. En esa película aparecen declaraciones de Stephanie Nuttal, la primera baterista de Sumo. Tenía 28 años (y su amigo Luca 29) cuando su madre la llamó por teléfono a Córdoba, desde el Reino Unido, para que regrese de inmediato, cuando la guerra de Malvinas estaba a punto de dar comienzo. Ella era la baterista de Manicured Noise en Manchester. En Londres Luca Prodan formó una banda llamada The New Clear Heads. Nos llevó un montón de años enterarnos de los proyectos musicales en Inglaterra de Stephanie y de Luca. Si la memoria no me falla, creo que para el 2003 o el 2005, fue que nos enteramos. Para la época del revival dance-punk-funk, que puso foco en ciertos exponentes post-punk de fines de los setentas en UK. Al poco tiempo de la muerte de Luca, comenzaron a aparecer libros acerca de él. En aquellos noventas no había referencias tan especificas a aquellos setentas. Tal vez porque formaban parte de una de las épocas más oscuras de Prodan. Tal vez porque la cuestión Malvinas aún seguía funcionando como piedrita en el zapato, un doloroso estorbo que impedía blanquear los antecedentes británicos de algunos de los protagonistas del ’81-’82.
Concluyendo
La anglofilia, Mercedes Sosa y su regreso, Charly García y sus canciones, Abelardo Castillo, la clase ’63, las ausencias de ensayos acerca de Raúl Porchetto y Alejandro Lerner. Gourmet Musical se le animó a Palito Ortega. Ojalá esta excelente editorial se les anime a estos dos exponentes del rock nacional que vivieron las mil y una vueltas en sus respectivas carreras.
Todo libro es un fin y un comienzo. Nunca hay forma de agotar temas. Nunca la hay. Para nadie. Para ningún tema. Como decía Borges: “publicar para dejar de corregir”. Después, seguir escribiendo, seguir corrigiendo, seguir publicando. Resulta complicado analizar un tema que sigue doliéndonos, cuarenta años después. Pero es necesario. Repasar nuestras luces y nuestras sombras. No olvidar irresponsabilidades y negligencias. Seguir pensando. Seguir escribiendo.
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