Wednesday, December 21, 2005
Esther Vidal - El varón domado (1971) - Reseña
El libro no me gustó pues creo que la autora falta a una visión más amplia y pluralista de los hechos al considerar los géneros humanos con una generalidad sin más matices. En su libro queda poco lugar para el individuo, entretenido como está en esclavizar o ser esclavizado. No puedo ver el hecho de volverme Vilarista o anti-Vilarista, simplemente no puedo encontrar el camino que me permita un análisis superador, el libro se maneja con una lógica cerrada, inexcrutable, casi incuestionable. Si uno entrara en su juego, solo se le podría dar la razón y, lo que es peor, ninguna vía posible de escape es otorgada, dejandonos a los varones ahogados en el veneno de nuestra “impotencia”. Creo que la incomodidad que genera la plena libertad es una sensación perturbadora común a ambos sexos, pero es obvio que la autora no coincide conmigo. Ella es un rara avis no definido por el texto. Ni fea, ni domadora, ni emancipada. Ella escribe el libro que no la incluye, una mujer que en su tierna infancia fue impulsada a usar su inteligencia, como no lo son las demás mujeres, que, pudiendo ser inteligentes y sensibles, deciden no serlo, según la autora. Amigos: alegremosnos un rato!, en la página 41 de este libro Esther escribe para todos los que no tuvimos una abuela chupamedias: “El hombre es sensible, curioso, inteligente, creador, complejo”. Obvio, la mujer no lo es. Ya asaltan mi mente las imagenes de mis compañeritos de escuela primaria, los muchachos del penal de Devoto, los pibes de las barras bravas de futbol, todos ellos exquisitos ejemplos de la descripción de Vilar. La verdad que nos revela nuestra sagaz redactora es una verdad que ya escuche en la voz de muchos hombres y mujeres en los barrios y en los trabajos por donde pase en la vida. Nada que tengas que enterarte en un libro exclusivamente. Recorre nuestros facilismos con una envidiable lucidez: mujeres lindas y huecas, mujeres feas e inteligentes. Hombres sometidos a ambas y que, a su vez, creen que el cuento es al revés. Este libro no nos miente, nos empequeñece. A veces, sirve más estar equivocado, más sabiendo a los callejones sin salida que nos llevan ciertas certezas, que, por idealizadas, son un tanto dificiles de llevar a la realidad en su estado puro. Para mi suerte, encuentro al mundo como un lugar más rico e enriquecedor de lo que supone Esther. A veces, me tiento a pensar que el reduccionismo de la escritora quiere hacer juego con su nefasta opinión de las mujeres en general. Una mujer diciendo que las demás contempóraneas son cortas de entendimiento escribiendo ella misma con “falta de complejidad” o “nula imaginación e inteligencia”, quizas cumpliendo a rajatabla con su paradigma. Todo lo que das te vuelve. Para la página 175 de este agotador libro nos despide con una agria desesperanza: las cosas no solo están mal, también resulta ser que no cambiaran o quizas empeoren. Cualquier posible voluntad autonoma de los individuos se omite brutalmente para poner en su lugar un orden social perenne, imposible de alterar, pues, según nuestra heroína, las mujeres necesitan esclavos que las mantengan para no trabajar ellas y nosotros, los crédulos muchachitos, necesitamos que una mujer nos haga sentir valiosos, dejandonos esclavizar con gusto. El libro parece escrito con las contrapreguntas en mente, imaginando posibles cuestionamientos, capítulo tras capítulo, Vidal trata de no dejar costado sin cubrir. Su letra es furiosa, efectista, efectiva, implacable. Su estilo demoledor, a veces reiterativo, no da tregua. Pero eso, amigos míos, no creo que sea lucidez, más bien parece resentimiento. Encuentro poco elegante un libro que no puede dudar de si mismo, aunque sea un poquito, empujandonos a reflexionar y no a tomar partido a favor de uno u otro sexo, como si de un Boca-River se tratase. Y los dejo, justo mi mujer aprovecho la propaganda de la TV para cagarme a pedos porque todavía no corte el pasto.
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