Wednesday, December 20, 2006
Rubia sobre rubia
Nos quedamos viendo la tele después de comer, tirandonos migas de pan a la cara y riendo popr cualquier cosa. Se acercaba la hora de la siesta y cada tanto ella se estiraba entera mostrandome que tenía sueño. Hace un par de horas le escribí en un papel unas dulces líneas de mentiras: ¨Nos quedaremos juntos, siempre, llenando con suspiros esta habitación de mentiras¨. Ella lo leyó, sonrió un poquito y me cebó un mate para después mirar por la ventana como los pájaros se llevaban pedazos de nubes en sus alas. Yo casi lloro deseando que fuese verdad. Le saque el control remoto de entre sus manos y ella se levantó y fue a acostarse. Me demore viendo nada, estirando el tiempo, sintiendo al deseo hacer latir a mi cuerpo, un cosquilleo de gusto y ganas. Fui a verla al cuarto, ella fingía estar dormida. Me quede parado y callado, mirando su espalda, todo su cuerpo tan bien tratado, el pelo lacio, toda la piel vestida y fresca. Más tarde giró hacia mi, aun con los ojos cerrados, aun simulando no saber de mi, allí, viendola. Entonces me acerque y sonrió, como sonrie el viento cuando lo extrañas. Me arrodille ante sus piernas para adorarla, me arrodille para estar cerca y levantar su larga y blanca falda. En lo lento del movimiento, el aire empezaba a latir como todo mi cuerpo. Mientras me decidí a besarle los muslos, ella me acariciaba la cabeza como si yo fuese un gato. Ronronee y ella se rió. Después me divertí haciendo travesuras con su bombacha. Jugando con la ropa y jugando con la carne. Me alze y trepe hasta la cima de la cama con tanta torpeza que ella se volvió a reír mientras me susurraba: ¨gatooo¨. Deje mi ropa de bufón junto a la ropa de su alteza. ¡Que siesta lujosa! ¡La reina tenía ganas también! Y así, dos formas diferentes de humedad se encontraron, calientes, concentradas. Dos foormas complementarias, el rincón donde la piel se estremece aun más. Separó sus piernas y se volvió más hermosa, la reina iluminada me convida de ella misma sabiamente, mientras me ve acercarme muchisimo, premiandome con el deseo que reluce a chispas en ella, diciendome que quiere balancearse conmigo. Me esmeraba en satisfacerla, me cuidaba de no acabar tan pronto. Dos tetas chiquitas, poderosas como flores, ocupaban mi boca esta vez. Después, entre besos, le lamí las encías, había algo de un gusto a vino allí. Las velocidades cambian, los brazos se enredan, parecemos estar actuando nuestro celo. Pero no. No hay ninguna palabra, solo el silencio molestado por el quilombo que hace este catre como cachivache viejo, con las leves sacudidas. Justo en el medio de ese jardín de deleite, mi mente empezó a resbalarse hacia un costado. Mi mente empezó a complotarme, mi mente no me quiere mucho. Empece a recordar a la otra rubia, la que me dijo que no, que por ahora no, bah, no sé, dame un tiempo, pero por ahora no. Mi mente se puso a pensar en ese celular ubicado sobre la bandeja del viejo equipo de audio, hoy a la izquierda de mi cama, casi siempre a la derecha. ¿Porque está tu celular acá, amor? ¿Esperas una llamada? Pero las palabras no me salen, solo unos suaves gruñidos toscos. Imagino que ese aparatito inerte de repente cobra vida y la diosa generosa atiende a su novio y le dice que está bien y mientra le habla a él, me mira a los ojos y mientras me mira, la traidora me hace calentar tanto que estallo, un ratito después el orgasmo llegó de verdad, olas del mar de un cosquilleo electrizante. Me quedo un rato adentro de la rubia hasta que se me afloja, luego me vuelco hacia la mesita de luz, justo ahí adonde está acostada la otra rubia. No podemos estar los tres en una cama de una plaza. Mientras en otra casa del reino, el rey siempre está a punto de llamar a su reina que yace acostada a mi derecha, transpirada, prendiendo la radio y buscando la música que le gusta a ella. La otra reina se acuesta sobre mí, usando mi pecho de almohada, yo solo veo todo su pelo dorado de oro mientras ella le recita a mi corazón: ¨no, por ahora no, bah, no sé, dame un tiempo, pero por ahora no¨.
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