Un blog mío sin una nota sobre Sonic Youth no es un blog mío. La razón es simple: es la última banda de la que fui fanático. Luego llegó un nuevo criterio y una sana relativización me dejó ver con honestidad aciertos y errores en la música que más me gusta, dejando átras la idea de radicalizarse en una elección.
Pero volvamos a lo de hoy. La gente lleva 25 años de música, la más de las veces espléndida. Yo los conocí allá por el ´92, lo primero que escuche de ellos fueron los temas de difusión de Dirty. Para el ´95 andaba de aquí para álla portando una remera estampada con el muñeco de la tapa del cd. Y recuerdo con mucha emoción cuando vinieron a la Argentina y fui a verlos en vivo el 21 de Octubre del 2000. Ya estaba Jim O´Rourke con ellos, que hace poco se fue, dejandolos otra vez como cuarteto. Ya había leído por allí que este era el disco ¨pop¨ de SY. Una definición ajustada pero que olvida los muchos momentos pop que el grupo tuvo en su larga trayectoria. Grabado entre diciembre del año pasado y febrero de este año, salió editado a mediados del 2006. Hoy está en casa. Son 13 canciones, solo en ¨Turquoise Boy¨ y ¨Pink Steam¨las duraciones llegan a los 6 o 7 minutos. Las demás andan entre los 3 y 5 minutos. El noise que los caracterizó tantas veces ahora menguo, la cautivante extrañeza de sus canciones se fue, dand0 paso a algo más reconocible pero igualmente gratificante. Mi canción favorita del disco: ¨Jams run free¨. Las proporciones en participaciones parecen mantenerse: Thurstyon canta en 7 canciones, Kim en 5 y Lee en una canción. En ¨Pink Steam¨ la voz tarda tanto en entrar que parece ser un tema instrumental, un bello tema coronado con letras. El clásico interjuego entre las guitarras de Thurston y Lee siguen presentes pero ahora parece que cada una de ellas tiene más espacio para moverse, recordando a aquellas delicias de Television. La batería precisa y poderosa de Steve, tan necesaria para darle un marco en ritmo al ritmo ligero de las cuerdas. También hay un gran trabajo en la mezcla, en segundo o tercer plano aparecen un montón de sorpresas para los auriculares. Como explicarlo, es lo mismo de siempre pero distinto. Incluso parece como si este grupo de perpetuos jovenes y yo nos hubieramos movido hacia esa misma sencillez sofisticada. Esto dicho salvando las enormes distancias entre un grupo sólido y talentoso y un gil que tiene mucho que aprender aun.
Rather Ripped es como un campo florecido donde prevalece el espacio para caminar al propio paso, en donde las ¨jams¨corren libres, donde se invitan preguntas: ¨¿Crees en una segunda oportunidad?, ¿Crees en el embeleso?¨Sonidos que abren tierras fértiles en la mente en donde crecen salvajes las palabras de otra gracia. Ese aire imprescindible del amor más suave que nos cuida en este mundo muchas veces poco alentador. Una savia sabia que transporta el nutriente suficiente para la verde imaginación. Todo eso y mucho más es Rather Ripped. Hay más colores ahí de los que la oreja puede ver.
Mientras el cuerpo se agita en la elegancia del final con ¨Helen Lundeberg¨hay otras dudas que surgen en el aquí y ahora de este escribidor. ¿Porque me parece que fue muy tibiamente recibido este disco? Es más, chequeo las cosas bajadas e impresas de mis blogs favoritos y es misteriosamente ignorado. ¿Sera un disco tan flojo? ¿Como es que no me doy cuenta que es un disco malo? ¿Sera que el exceso de información nos está molestando? Preguntas vagas y vanas que no logran hacerme olvidar que hoy agitamos la casa, bailando a los saltos con la juventud sónica.
Friday, November 17, 2006
Friday, November 10, 2006
Enrique Symns
Me pasó en varias ocasiones. Al leer algunos de los textos incendiarios de este periodista, algo le empezaba a pasar a mi cuerpo. La manifestación de algo con las mismas caracteristicas de una enfermedad pero sin serlo. No era solo una inquietud del cerebro, todo el sistema nervioso se sentía conmovido por aquellas palabras. Lo leí en su revista Cerdos y Peces. Lo leí en El Porteño, en Fin de Siglo, en El Cazador. Regale a un amigo muy querido el libro El señor de los venenos que sacó para el 2004. Acabo de conseguir Big Bad City y lo leí casi sin interrupciones cuando el Sarmiento andaba para el orto un día de semana. Atascado en Once, pocas cosas hubieran sido mejores que leer a Symns. También tengo Invitación al abismo, una recopilación de textos antes publicados en revistas.
En varias ocasiones comparan a Enrique con Charles Bukowski. Gran error. Las distancias son grandes entre ambos. Bukowski no escribe con los ojos curiosos de Symns. Por otro lado, el infierno de Charles es más llevadero por ajeno, pero lo de Enrique es otra cosa. Es la observación minuciosa de un permanente buscador de inquietudes que parece siempre frustrado, irritado por el estado de las cosas. Su insistente inclinación a vagar por el lado oscuro del mundo lo vuelve, a veces, difícil de entender, pero, con todo, hay mucha maravilla en sus textos. La conmovedora lírica de un ánima en una estricta busqueda de la más amplia libertad. Son aquellos sueños revolucionarios y románticos los que lo dejan asfixiado en un busca de un extasis en la sombra de lo que hay. Me agrada cada vez que me da preguntas, me rompe las bolas con sus sentencias. Se lo puede adivinar lleno de un sentido del humor único pero falta a la labor de ponerlo en papel. Uno queda más impresionado por el impacto de él en otros, en todos los que lo rodearon y re-codificaron el fuego.
Como ya se dijo muchas veces, a través de sus letras se habla de todo un mundo under de propuestas innovadoras. Un mundo que pasó allá por los sesentas, los ´70s por allá (Brasil, España), los ´80s de vuelta a Buenos Aires. Es de admirar la sinceridad implacable con la que el tipo cuenta como vivió aquellos años. Pero al toque te preguntas: ¿Hacía falta contar todo y justo de esa manera? Pregunta inadecuada, una pregunta que seguro le harían los de club académico solo para acallar una de las pocas voces de lo otro, una vos para los bajos fondos, con todo lo bueno y malo de eso.
Nada de datos biográficos o sesuda crítica literaria (no porque no quiero sino porque no me alcanza), yo mejor te sugiero: anda a leerlo. Y puedo recordar cosas: como, sin querer, deschave al hijo reo de una ex guerrillera, que plagio descaradamente al Quique, adjudicandose los textos de Lechita como si fueran de él. Como trate infructuosamente que mis amigos le dieran bola. Como me rompió la cabeza el prólogo al libro de Los Redondos, como me puse de su lado sin pensarlo cuando se peleó con el Indio. Como escribió sobre Vera Land llamandola ¨Amor de mi vida¨.Las veces que pense en ir a verlo a algunos de los bares donde para y siempre me acobarde al final, temiendo que se de cuenta que yo sí soy un perejil al momento de charlar. Escuchar su monólogo en el pirata del Stud Free Pub, el pirata con mejor sonido de Los Redondos y lleno de inéditos. Sus fotos, con ese aspecto de hippie, guerrero de Medio Oriente, linyera, loco, poeta, con los ojos llenos de la tristeza más insondable, de la humanidad más enternecedora.
No puede haber comercio de la pasión. Ese es uno de los datos alentadores de la vida. La vida esta llena de cosas preciosas, aunque Enrique hace hincapie en señalarla como una cárcel cósmica. No puedo estar de acuerdo con vos, Jorge. O tal vez sí, es esta quizás la más maravillosa condena que nos toca alentar con todos nuestros minutos antes de volver a la nada que no nos espera.
En varias ocasiones comparan a Enrique con Charles Bukowski. Gran error. Las distancias son grandes entre ambos. Bukowski no escribe con los ojos curiosos de Symns. Por otro lado, el infierno de Charles es más llevadero por ajeno, pero lo de Enrique es otra cosa. Es la observación minuciosa de un permanente buscador de inquietudes que parece siempre frustrado, irritado por el estado de las cosas. Su insistente inclinación a vagar por el lado oscuro del mundo lo vuelve, a veces, difícil de entender, pero, con todo, hay mucha maravilla en sus textos. La conmovedora lírica de un ánima en una estricta busqueda de la más amplia libertad. Son aquellos sueños revolucionarios y románticos los que lo dejan asfixiado en un busca de un extasis en la sombra de lo que hay. Me agrada cada vez que me da preguntas, me rompe las bolas con sus sentencias. Se lo puede adivinar lleno de un sentido del humor único pero falta a la labor de ponerlo en papel. Uno queda más impresionado por el impacto de él en otros, en todos los que lo rodearon y re-codificaron el fuego.
Como ya se dijo muchas veces, a través de sus letras se habla de todo un mundo under de propuestas innovadoras. Un mundo que pasó allá por los sesentas, los ´70s por allá (Brasil, España), los ´80s de vuelta a Buenos Aires. Es de admirar la sinceridad implacable con la que el tipo cuenta como vivió aquellos años. Pero al toque te preguntas: ¿Hacía falta contar todo y justo de esa manera? Pregunta inadecuada, una pregunta que seguro le harían los de club académico solo para acallar una de las pocas voces de lo otro, una vos para los bajos fondos, con todo lo bueno y malo de eso.
Nada de datos biográficos o sesuda crítica literaria (no porque no quiero sino porque no me alcanza), yo mejor te sugiero: anda a leerlo. Y puedo recordar cosas: como, sin querer, deschave al hijo reo de una ex guerrillera, que plagio descaradamente al Quique, adjudicandose los textos de Lechita como si fueran de él. Como trate infructuosamente que mis amigos le dieran bola. Como me rompió la cabeza el prólogo al libro de Los Redondos, como me puse de su lado sin pensarlo cuando se peleó con el Indio. Como escribió sobre Vera Land llamandola ¨Amor de mi vida¨.Las veces que pense en ir a verlo a algunos de los bares donde para y siempre me acobarde al final, temiendo que se de cuenta que yo sí soy un perejil al momento de charlar. Escuchar su monólogo en el pirata del Stud Free Pub, el pirata con mejor sonido de Los Redondos y lleno de inéditos. Sus fotos, con ese aspecto de hippie, guerrero de Medio Oriente, linyera, loco, poeta, con los ojos llenos de la tristeza más insondable, de la humanidad más enternecedora.
No puede haber comercio de la pasión. Ese es uno de los datos alentadores de la vida. La vida esta llena de cosas preciosas, aunque Enrique hace hincapie en señalarla como una cárcel cósmica. No puedo estar de acuerdo con vos, Jorge. O tal vez sí, es esta quizás la más maravillosa condena que nos toca alentar con todos nuestros minutos antes de volver a la nada que no nos espera.
Monday, November 06, 2006
Dandelion
Los Rolling Stones tienen muchas canciones lindas, principalmente en los ‘60s y ‘70s. Mi favorita por estos días primaverales es “Dandelion”. Salió como lado B de un simple que tenía en el lado A el tema “We love you”, dedicado ironicámente a la policía y su constante acecho a los muchachos allá por el año ’67. Dandelion traducido sería diente de león, una flor amarilla que crece salvaje en los baldíos y que luego se vuelve el archiconocido “panadero”. Los panaderos son flores con forma de pompa de jabón y parecen hechas de espuma, al soplarlos, si pedís un deseo, dicen, se cumple. Vaya a saber que vagos deseos pedía yo de chico mientras veía las semillas esparcirse perezosas por el aire perfumado de octubre. Sea cuales fueran, casi puedo asegurar que toda aquella dicha parece resonar graciosa en esta canción psicodélica. La psicodelia es la música mágica que resuena como la memoria onírica de los sueños infantiles. La psicodelia es una música ensoñadora, frágil. Un paisaje desajustado de ilusiones despreocupadas cuelga de tus orejas cuando el jardín colgante de estas ácidas alucinaciones empiezan a sonar. “Jugar”, “vestir”, “soplar”, “reír’, “llorar”, “hacerte sabio”: estos son algunos de los verbos que andan por la voz de Jagger, tan radiante como en “Citadel”. Arreglos hermosos, el final con “We love you” sonando de fondo. El tono desafiante del estribillo, esa permanente atmósfera “planeadora” (ah, aquel adjetivo psicodélico de crítico español de rock en los ‘80s). Brillando con la misma alegría que “Apples and oranges” de Pink Floyd, en casi cuatro minutos uno parece sentir que se subió a un viaje de horas.
Dandelion también fue el nombre de un pequeño sello discográfico que en los ‘70s puso en marcha el legendario DJ John Peel, fallecido hace poco tiempo. Este sello editó discos de Medicine Head, Tractor, Siren, Stackwaddy, Kevin Coyne, Lol Coxhill entre otros. Duró poco porque así lo quisieron sus dueños. Yo tengo el cd de Tractor (banda que también se llamaba The Way We Live), en el booklet trae la historia del sello y la receta para hacer Vino de Diente de León. Varias veces estuve tentado a hacerlo, pero lleva varias cosas que nunca averigue si son fáciles de conseguir o no. Otra contra es que hay que darle 15 meses de reposo luego de la fermentación para recién tomarlo. Con mi nula experiencia en esos menesteres, ya me veo a mi mismo en el futuro probando Vinagre de Diente de León.
A todo esto: ¿con que objeto escribir sobre una canción y un sello desconocidos? Bueno, es fácil: en primer lugar porque tenía ganas de hacerlo, como homenaje a la psicodelia. También para presentar algunos observaciones (quizás pálidas, creo que necesarias además) sobre un pasado que nunca terminan de contarnos bien. Como siempre, predomina la prepotencia de la misma vieja historia tantas veces contada que pisotea aquellas otras pequeñas historias, perdidas en el olvido. Se me ocurre pensar en aquella pregunta filosófica: si una ventana se rompe en el medio de un bosque y nadie la vio ni escucho reomperse ¿de veras está rota? Necesito guardar ese espacio de goce en mi mente en donde sabemos que la ventana está rota aun sin atestiguar el hecho y compartir ese espacio con muchos otros que sabemos que tenemos en nuestras manos un mundo de posibilidades. Un camino de autodeterminación tal vez en conflicto con el totalitarismo de la Unica Posibilidad Realizable. Esa hegemonia falsa y tramposa que va a decir que cada uno de nosotros es una ventana rota que nunca nadie vio ni escucho romperse.
Dandelion también fue el nombre de un pequeño sello discográfico que en los ‘70s puso en marcha el legendario DJ John Peel, fallecido hace poco tiempo. Este sello editó discos de Medicine Head, Tractor, Siren, Stackwaddy, Kevin Coyne, Lol Coxhill entre otros. Duró poco porque así lo quisieron sus dueños. Yo tengo el cd de Tractor (banda que también se llamaba The Way We Live), en el booklet trae la historia del sello y la receta para hacer Vino de Diente de León. Varias veces estuve tentado a hacerlo, pero lleva varias cosas que nunca averigue si son fáciles de conseguir o no. Otra contra es que hay que darle 15 meses de reposo luego de la fermentación para recién tomarlo. Con mi nula experiencia en esos menesteres, ya me veo a mi mismo en el futuro probando Vinagre de Diente de León.
A todo esto: ¿con que objeto escribir sobre una canción y un sello desconocidos? Bueno, es fácil: en primer lugar porque tenía ganas de hacerlo, como homenaje a la psicodelia. También para presentar algunos observaciones (quizás pálidas, creo que necesarias además) sobre un pasado que nunca terminan de contarnos bien. Como siempre, predomina la prepotencia de la misma vieja historia tantas veces contada que pisotea aquellas otras pequeñas historias, perdidas en el olvido. Se me ocurre pensar en aquella pregunta filosófica: si una ventana se rompe en el medio de un bosque y nadie la vio ni escucho reomperse ¿de veras está rota? Necesito guardar ese espacio de goce en mi mente en donde sabemos que la ventana está rota aun sin atestiguar el hecho y compartir ese espacio con muchos otros que sabemos que tenemos en nuestras manos un mundo de posibilidades. Un camino de autodeterminación tal vez en conflicto con el totalitarismo de la Unica Posibilidad Realizable. Esa hegemonia falsa y tramposa que va a decir que cada uno de nosotros es una ventana rota que nunca nadie vio ni escucho romperse.
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